miércoles, 27 de enero de 2010

Adolescencia tardía


El le iba regando el camino con pétalos de flores y se lo iluminaba
Ella venía medio distraída como siempre y de pronto sintió el aroma
vio los colores
Aunque ya eran grandes, se pegaron una vuelta por la adolescencia
Entonces ella quería descubrirle todo y él gustoso le enseñaba
Era como volver a bailar lento
Pero ella sabía y el sabía, entonces se despidieron
Y haciendo trampas al solitario, se iban y volvían
Jugando, como chicos

lunes, 25 de enero de 2010

Sin consigna...


Estimadas y estimados, sin consigna no se puede. Taller literario sin consigna es “como el que se pierde y no grita” (decía un amigo mío) ¿Qué es lo que pasa cuando no la hay? Un despropósito, la cabeza se queda en blanco y los dedos se enloquecen, se pasean inquietos sobre el teclado tratando de sacarle música y ¿qué sale? Ni el arroz con leche. Sonidos guturales, expresiones inconsistentes, ¿que escribo?, ¿sobre los carteles de la calle?, ¿sobre los sentimientos humanos?, ¿sobre, debajo, al costadito? Es una indisciplina total que no le hace bien ni a los dedos, ni al teclado y mucho menos a la cabeza del escribiente que ansía dar un curso a su creatividad (al mejor estilo Juceca), con las limitaciones que ya se sabe tenemos los humanos para dejarnos llevar por cualquier cosa y la creatividad es una más. Bueno, acá no debería yo ser tan categórica, porque hay quien se deja llevar más fácil que otros y no por una sino por varias cosas, que bien mirado no está nada mal, siempre que sea por gusto y placer del que se deja. Retomando les decía, hay que organizarse, no se puede andar por la vida sin consigna. No importa que sea grande o chica, ambiciosa o humilde, de largo o mediano plazo, no importa. Siendo consigna alcanza. Porque ella abre la ventana, comunica un hemisferio cerebral con otro y hace que se retoben las sinapsis, en el buen sentido, esto es, en el sentido de escribir una cosa como la gente y no un dislate. Dislate es esto que escribo yo ahora, porque después de haber repasado minuciosamente mis entendederas, no le hayo. Y creo a cualquiera de ustedes podría pasarle ¿nunca se lo preguntaron? ¿qué hago si no tengo consigna? Yo me pongo a pensar cosas sueltas, que se andan pechando y no es cuestión, porque se dilapida energía y no es acertado en estos tiempos que corren donde la libido apenas alcanza para los menesteres más indispensables ligados a la supervivencia y al disfrute, así como al sufrimiento y el aprendizaje. Y la necesitamos para muchos otros requerimientos que ahora mismo no se me ocurren pero seguro nos van a demandar energía. Ah sí mis amigos, nada es gratis, todo cuesta en esta vida y escribir no es la excepción. Cuando uno pone neurona al servicio de comunicarse con los demás, eso le lleva, un quantum energético directamente proporcional a la magnitud de la creación. Pongamos por caso, siendo la unidad de medida el “creón”, yo diría que esto que escribo me viene consumiendo como 1 creón y medio, lo cual es relativamente poco creo yo pero de momento no me preocupa, ya que se que comienzo tienen las cosas y yo día por día aprendo y me cargo con la creatividad y los sentimientos (esas son las verdaderas pilas) de los que me brindan cosas. Porque yo he descubierto que hay gente muy generosa que da cosas y emociones y sensaciones y las da por el gusto de darlas, porque además así se autoabastece. Por eso es que yo no tengo temor de quedarme sin creones, al contrario, por cada uno que se consume, en otro lado se van generando como tres. Sí, es así mismo. Y si este pequeño “suelto” no significa nada más que una sonrisa en el rostro de quien lo lea, cumplido está el propósito y generada la retroalimentación, de tal modo que yo tendré más de cuatro creones generándose ahí, por cada sonrisa despabilada! ¿Se imaginan? Si sigo acumulando y repartiendo, algún día voy a poder escribir algo que cueste 100 o 200 creones y tan pancha lo voy a hacer.
¿Vieron? ¡Esto es lo que pasa por no tener consigna!

viernes, 22 de enero de 2010

Efectos colaterales


El ambiente es antiguo como antiguos son los merodeos del hombre y la mujer.
El piensa: (…)
El dice: Yo no estoy enamorado de vos…
Ella piensa: (Si dijeras otra cosa pensaría que estás loco)
Ella dice: Yo tampoco estoy enamorada…
Ella piensa: Pero me gustaría, debe ser lo más lindo que hay estar enamorada. Ojala me volaran mariposas en la panza mientras voy a tu encuentro, ojala me hicieras temblar de impaciencia esperando tus señales, ojala te sienta cuando no estás...
El dice: Perá que te voy a explicar porque las cosas no se qué, no se cuánto y los procesos y en cierta forma yo…, calculo que hay algo del orden de…, que de alguna manera te sorprende y en realidad yo, teniendo en cuenta eso y lo de más allá simplemente me siento cómodo contigo…
Ella piensa: Ay, ¡qué tierno! como se rompe el bocho para poner en palabras lo que le pasa, porque ni sabe lo que le pasa y qué cuidado pone en no decir nada que a él le parece que la pueda lastimar, porque la quiere un poquito bastante ya, aunque no la ame y tal vez nunca llegue a amarla… ni ella a él.
El es un poco boca sucia, pero a ella le encanta que le hable como camionero de vez en cuando, también le gusta cuando se pone serio y cuando se ríe con toda la cara y hasta las orejas, ella piensa: “me lo como todo”.

Caminan de la mano por la vereda, ella pensando en los mandados que hay que hacer, lo tarde que es! y qué difícil separarse!
“Querés otro café??” dice él, mmmsssiiiinnnooo dice ella y piensa (atenta a las señales): si quiero y dice “Sí quiero” como frente al altar.
Y suben a un rincón de novela con temperatura elevada de base entonces se miran con picardía y él se desmadeja en un silloncito… Los ojos de él se posan en ella y casi sin proponérselo invocan a la Diosa. Ella se empieza a desabrigar y lo mira… el “otro yo” se le sale de la vaina por cubrirlo de besos, en cambio mira distraídamente la carta sin atinar a decidir entre café largo, corto, con licor o con nueces, de comer nadaaaaaa, plisssss! Ahí mismo ella se da cuenta, ¡esto es “in situ” y a la vez inusitado! que aunque se parezcan las expresiones no significan lo mismo. Él le desliza una mano por debajo del pantalón y le acaricia un pedacito de pierna… Ella siente que le corre un chucho, ¡qué guacho que sos, quedate quieto! dice ella y piensa “tocame aunque nos lleven en cana”… Hablan más los cuerpos que las bocas en ese momento. Luego de un rato, él se pone de pié para abrigarse y ella lo escanea… mmmmm..., te pelaría acá mismo piensa y en el bar lo toma por asalto y lo besa muy pero muy, da media vuelta y baja por las escaleras sin mirar atrás…
Vaya a saber que piensa él, ella no sabe porque sólo siente y piensa cada vez menos.
A fumar por Dios esto es un caso de sobretemperatura y hay que hacer algo, una cosa o la otra pero algo! Salen de la mano, él prende un cigarro atrás del otro y ella un poco menos.
Hacer las compras, ella busca, él busca, ella no encuentra pero él sí y contento dice “allá están las cosas de tocador, debe haber cepillos”. Claro, porque ella tiene que llevar a casa por encargo, un cepillo de dientes, hilo dental y un paquete de galletitas y ya que está compra leche porque se acuerda que queda poquita en casa.
Ella ve un taxi y lo para por impulso y a sabiendas de que si lo piensa no se va, huye despavorida con un piquito apurado y el le dice “cuidate” y ella le dice “vos también”…
Así empiezan a transitar el goce de un nuevo vínculo, Suena el MSN a la 1 y media de la mañana mientras ella escribe algo sobre efectos colaterales… “toc toc” le dice él, ella siente algo lindo sin explicación y le “abre la puerta” como si lo hubiera estado esperando (y se da cuenta que a lo mejor lo esperaba), él entra y se queda un rato a charlar hasta de los chinos y ella quisiera dormir con él fundidos en un abrazo.
Los efectos colaterales tienen eso, duran un poco después de cada encuentro y van cambiando, lo bueno es que en todo caso son benignos, no hay contraindicaciones, es una sintomatología que va conquistando terreno muyyyy despacito o no tanto.
La duración de los mismos es variable pero curiosamente no tienen que ver con el tipo de encuentro, tienen que ver con ellos dos en vínculo, hasta virtual.
Ninguno de los dos es el mismo que hace unas semanas y siguen aprendiéndose mutuamente.

jueves, 21 de enero de 2010

Accidentado en mi mismo.


Dijo Moreira, mi amigo. El venía de contar como a veces se iba metiendo para adentro, y “andaba a las corridas”, ensimismado, lejos del mundanal ruido, de suerte tal que a veces, por avatares desconocidos, pegaba un barquinazo y zas (sic), quedaba como “accidentado” en si mismo. Así como lo leen, enelmismado.
Yo disfruté la imagen porque me lo figuraba, desplazándose en patineta por sus adentros, encontrando todo tipo de vegetación y aún tribus hostiles, de esas que se apoderan del mismamiento y nos dejan presos y no hay con qué darle. Y es aventurado meterse solo a realizar tal hazaña. Yo le decía, mitad por deformación profesional dijera Dolina, que mejor le convenía conseguirse un/a terapeuta (floral o arborescente) para emprender esas rutas, a modo de cayado pienso yo o caja de primeros auxilios en el caso de que uno, por decir algo, se encuentre en el adentro con algo que mete miedo. Que si bien somos grandes, nunca viene mal un “tapón agonístico” contra los demonios de uno mismo. Pero él dice que náaa, que ya hizo como mil de puro curioso y que ya tiene caminadas todas las rutas. Yo pensaba para mi, “qué venturoso ser”!!, yo no me sé ni el tramo de los 100 metros de la largada, porque como yo le comentaba a Moreira, a mi lo que me cuesta es el enmimismamiento. Es una cosa que yo trato, trato, pero como que me distraigo. Me aparece un pensamiento acá, un recuerdito allá, una cuenta para pagar, algo que sé que tengo que cambiar o un tema para escribir y tá, adiós concentración y me enafuero de inmediato. Por eso creo yo que a mí nunca me hipnotizarían, no me dejo. Y todo porque yo le dije que andaba con una contractura y entonces el amigo me aconsejaba respiración, tomar conciencia de mi cuerpo, ir aflojando de a partecitas, yo que de las falanges no paso, pensaba para mi, ¿cómo diantres?.
Yo hago los deberes, pongo incienso, musiquita, empiezo a aflojar de abajo para arriba, desde la punta de los pies en adelante, y cuando llego a las manos, ya se me fruncieron los pies, y vuelta a arrancar, yo creo que llegar a los hombros es uno de los mayores desafíos que yo me pueda proponer. Así que, lamentablemente, si bien yo lo puedo imaginar a él, accidentado en si mismo, yo ni eso, aunque pensándolo bien, de alguna manera si, porque una contractura como la que yo tengo no es un accidente geográfico meramente, es algún atragante que se me ha quedado atorado ahí. Pero hasta que no logre el asunto de la meditación, no creo que se me destranque, de momento, diclofenac.

miércoles, 20 de enero de 2010

Trascendiendo a Penélope


Esperando a Ulises, el guerrero, Penélope teje y desteje, cose y descose… pierde su valioso tiempo.
No hay tiempo de espera, hay sólo tiempo de búsqueda y encuentro. La vida nos corre pegadita a los talones y no se detiene, miren ahora nomás, ya hace como 3 minutos que estoy escribiendo esto, tres preciosos minutos que no han de volver jamás, habrá otros, esos no, ya pasaron. Es lo que sucede con el tiempo amiga Penélope, pasa mismo, y cuanto más empeño pones en retener ese instante, más pronto se escurre, se diluye, se te queda en la memoria. Ahí van a parar los besos, los abrazos, las miradas y los tactos… a la memoria no digital que tenemos en uso, y que no se mide en Gb, se mide en intensidad y profundidad. Directamente proporcional a lo disfrutado el tamaño que nos ocupa en la memoria y el tiempo que permanece en primer plano. (Espero no haber tomado demasiadas variables que luego me dificulten el cruzamiento y posterior análisis). Porque es así con las vivencias, van primero a zona de rápido acceso, al tiempo hay que trabajar un poquito más para encontrar los datos y si pasa mucho tiempo, se vuelve laberinto, se entrevera con otras huellas y sonamos, porque nos acordamos de todo el conglomerado.
A mi me pasa esto, pienso “beso” y me sale una mezcla de sabores, aromas y formas, dientes que se chocan, labios que se muerden, ¿de quién son estos besos que me vienen? Y bueno, son míos, son “complejos besosos” con otras tantas narices por encima. ¿Y las manos? Ah! otro tema, las manos suaves, las agredidas por el trabajo, las grandes manos y las medianas, son muchas manos que acarician, ésta detrás de la nuca, te impide desenganchar el beso, la otra en la cintura e inmediaciones, recorre y recorre, peregrina incansable… ¿de quién son esas manos? Mías también porque me las apropié…
Y así con todo, para no abrumarlos ni abrumarme, porque si es por entreverar recuerdos ¿qué les puedo decir yo que no hayan experimentado? Ah! dulces Penélopes,
De veras no tejan, vibren, no cosan ni borden, salgan a cazar, amazonas de la felicidad.
No hay peor trabajo que el que no se hace, yo llegué a esa conclusión, voy a por lo que quiero y me puedo desnucar en el camino, y puedo perder como cualquiera, pero no será por andar tejiendo, no! Salgo con el carcaj en la espalda y mis flechas prontas, con miel en la acerada punta. Cuidaos de mí, que, trascendiendo a Penélope, acá hay una mujer que lucha para la vida.
Así que, querido Ulises, “ya no te espero” como dice Silvio, “llegarás a casa abierta”, porque Penélope transmutó, son tiempos de reconstrucción, hay que tirar abajo viejas paredes, que ya no abrigan, hay que deconstruir modelos antiguos, atávicos. Hay que pelearla como se pueda. A uña y diente por la felicidad, ese momento (porque la felicidad tiene esa característica, es de a ratos), que te dará nutrientes y energía para seguir en la palestra de la vida. Yo ahora las colchas y los bordados, los compro hechos.

viernes, 15 de enero de 2010

Yo miré con desconfianza la mirada hacia el armario (la consigna de Ro)


Candelaria no podía hablar, por lo menos con la boca. Ella hablaba con los ojos. No todos la comprendían, claro está que hay que conocer muy bien a alguien para adivinarle la mirada, aunque a veces se dan procesos mágicos donde la gente mira y entiende de una vez, lo que los ojos del otro dicen. No me quiero ir de tema, pero yo conozco gente que sabe desde siempre, o tal vez sea que hay ojos más transparentes que otros y entonces es relativamente fácil encontrar lo que se esconde detrás de las pupilas.
Como decía, Candelaria en sus diez años de vida, nunca había pronunciado una palabra, ella oía, estaba claro porque si no, no era posible que sus ojos hablasen, no habría conquistado nunca esa rara habilidad. Para quienes la rodeaban, los efectos eran desparejos. Su padre, lloraba en silencio porque no lograba ver en los ojos de su hija, más que ternura y aunque eso era muy bello, no le alcanzaba. Los hermanos mayores se habían resignado a distinguir cuatro o cinco “estados de ojos” que caracterizaban a Candelaria: “alegre”, “triste”, “confiado” y “asustado”. Últimamente, “asustado” era el más frecuente.
Su madre en cambio, podía más, podía limpiamente “leer” los ojos de su hija. Se le reveló la posibilidad cuando Cande cumplió los cuatro años, se nota que le llevó todo ese tiempo construir su abecedario de ojos. La verdad era que la madre nunca supo el momento exacto en que empezó a entender y traducirle al padre y hermanos el lenguaje de la nena. (Eso en ocasiones, aunque parezca mentira, irritaba a Tomás, el del medio, por celos acaso, no se sabe bien con estas cosas).
Ella miraba a su hija y le venían las palabras, sueltas, la mayoría de las veces sin artículos, los verbos sin conjugar, otras palabras inventadas. De a poquito se fue haciendo una composición de lugar, y aprendió el “dialecto”.
Tomás era chico para ser grande y grande para ser chico, tal vez por eso tenía sentimientos encontrados, propios de la adolescencia, a veces mimaba a su hermana menor y le leía historias, a veces le enseñaba pasos de baile y hacía que los ojos de ella brillaran en estado alegre. Otras veces en cambio, no sabía cómo, se le venían encima los demonios y la asustaba, le decía que en distintos lugares de la casa se ocultaban fantasmas, almas en pena y animales peligrosos. En el hueco de la escalera, debajo de las tablas del piso, en el entresuelo (que era muy poco profundo pero cabían allí alimañas tales como ratas o comadrejas por ejemplo), en realidad él se asustaba más que ella, ya hubiera querido que “esos pensamientos” no le acudieran.
A mi me llamó la madre porque Candelaria un día se quedó mirando fijo el armario de la cocina y sus ojos pasaron a un estado asustado permanente. Pero eso no era lo peor, lo peor era que los ojos de su hija ¡no le hablaban! Ahí fue que se desesperó, la nena asustada y ella impotente, y nadie que la ayudara… Yo llegué a la casa a eso de las cinco de la tarde, ni los hermanos ni el padre estaban en casa, sólo madre e hija, congeladas ambas, la niña con los ojos fijos en el armario, la madre sentada a su lado, rodeándola con los brazos con un desasosiego contagioso, lo percibí de inmediato al llegar, el miedo y el desasosiego a mi me resuenan en las entrañas, los capto con dolor. Me llamaron para que yo develara el misterio, ¡menuda tarea!
Lo primero que hice fue revisar la mirada, en realidad, a pesar de que Candelaria no tenía fama de mañosa, yo miré con desconfianza la mirada hacia el armario, simplemente por deformación profesional, tenía que sopesar si el miedo era de veras o si simplemente se trataba de un estado de trance o algo semejante, cosa posible en almas complejas como la de ella. Y menuda fue mi sorpresa, el miedo era tal, que se me estrujó el estómago, con un espasmo tal que tuve que tomar agua y sentarme, masajeándome la barriga. Definir la estrategia, me dije, primero que nada abrir el armario, para descartar que hubiera allí algo extraño. Me paré y fui derechito a tirar de las manijitas, pero algo me detuvo, mis manos no respondían las órdenes del cerebro y se quedaban ahí, suspendidas en el aire, las podía ver, desobedientes, no se movían. Entonces me di vuelta de golpe, porque no hay nada que me moleste más que un reto y más si viene de una mocosita, porque era ella la que me tenía las manos paralizadas, no tuve dudas. Esta niña decididamente es mágica, pensé, y hay mucha rabia en su interior, un volcán contenido, concluí que ella inducía a las personas a actuar de determinada manera, según su aire. Hice muchas preguntas a la madre y así me fui enterando del dolor del padre, de la resignación del hermano mayor y de los celos e inestabilidades de Tomás. Después de analizar todo, tejer ideas e ir atando cabos sueltos, me di cuenta… Es ella le dije, no está en el armario lo que asusta, está dentro de ella, a veces se lo pasa a Tomás y lo hace parecer malo, pero él no es malo, sólo es débil.
¿Pero ahora qué hago? Dijo la madre rompiendo a llorar… la miré respirando con dificultad porque a mi la tristeza me cierra el pecho, y le dije que esperara, que me dejara pensar, yo tampoco tengo solución para todos los problemas del alma…
Estuve analizando la información recabada, la historia de Candelaria y sólo encontré una explicación posible, estaba asustada de si misma, y eso la paralizó. Tenía tanto miedo de sí misma que puso en el armario un fantasma y se puso a mirarlo a ver si desaparecía. Yo le dije a la madre: dejala, no le saques los ojos de encima y quedate cerquita de ella todo el tiempo que sea necesario, estoy segura de que se le va a pasar, porque es la edad, ahora empieza a entender de otro modo, con artículos y verbos conjugados, ahora empieza a distinguir lo bueno de lo malo y vas a ver como en poco tiempo la tenés con mucho más de cuatro estados posibles, se va a curar sola cuando aprenda a distinguir entre la fantasía y la realidad, eso corre por cuenta de la vida. No me preguntes cuánto va a demorar, eso no lo sé, sólo te digo, tené paciencia, no hay nada que puedas hacer, ella está creciendo.

jueves, 14 de enero de 2010

Visto de cerca nadie es normal, dijo Rossana. (Para reirnos un poco!)


Lo que me ocupa en este momento es la condición de normal o bien el concepto de normalidad, el uso que se le da a semejante sustantivo o cualidad que se puede tener o bien carecer de ella, de la normalidad digo, para que me sigan. No voy a definir normalidad, porque todos ustedes saben ya lo que es normal y lo que no, porque son grandecitos y han visto de todo, por lo tanto uno a una determinada edad, ya se da cuenta con mediana (no meridiana) claridad, quien es normal y quien no. Pero lo que sí es innovador y me dispongo a teorizar sobre eso, es el hecho de que hasta el más normal de los normales, visto de cerca, bien de cerquita, alguna anormalidad seguro tiene. Y si será cierto esto, que yo he intentado ver de cerca y de lejos, por lo cual me hice multifocales (con anti reflejo), que distribuyen muy bien el campo de observación, te marean poco y te permiten mirar como las gallinas, moviendo el cuello para acompañar la graduación de los cristales, pero vamos a decir que fundamentalmente por arriba se ve de lejos y por abajo se ve de cerca. Noooooooo, ni se les ocurra poner a esto connotaciones eróticas, Rossana, ¡te conozco y sé lo que estás pensando!
Entonces yo para detectar la anormalidad, uso la parte de abajo de los lentes, me acerco despacito, con cualquier excusa, con afán de investigación. Yo les aclaro que yo no hacía esto antes que Ro lo mencionara, por lo cual, es muy reciente esta investigación. Yo les diría que ni siquiera tengo bien formulada la hipótesis, pero como la metodología de observación participante se puede ir haciendo mientras se pule la hipótesis, yo ya empecé. Llevo miradas unas 4 o 5 personas, ya séee, no es mucho todavía, pero ya se van adivinando tendencias, si no, pregúntenle a Botinelli (al chico que está bueno).
Detengámonos un poco en los hombres, si ustedes miran solamente dos, alcanza para ver (de cerca claro) que no tienen un desarrollo normal de su inteligencia emocional. O bien tienen desarrollados otros aspectos no emocionales, como la racionalidad y esto sucede hasta el extremo de la hipertrofia. Sí, digo bien, se les hipertrofia algo siempre, o tal vez sea más exacto hablar de distrofia, porque así generalizamos y ustedes saben que el pensamiento científico tiende a las generalizaciones a punto de partida de observaciones singulares. Lo otro que se les distrofia es la capacidad de mantener la palabra, van y dicen una, después se la olvidan y hay que empezar de cero, es una lucha.
Con las mujeres pasan cosas similares, ya que esto no es una cuestión de género, a las mujeres también se nos distrofian aspectos. La más normalita esconde una alimaña adentro que de normal no tiene nada, y uno la ve y dice “que mujer más normal” y ella en realidad, tiene dentro (y a veces afuera) todo tipo de inconsistencias, contradicciones, canas ocultas, grasita de más o de menos, distrofia nalgar o similar. Esto de la observación participante es bueno porque como quien no quiere, vamos haciendo un catálogo de anormalidades posibles que nunca antes habíamos notado, ¡hasta las propias! Que surgen de la comparación (usándonos como sujetos de control) y hasta podemos llegar a pensar con orgullo, “Ah!!! Tan normal no era yo, ya me lo parecía”. Porque en definitiva es así, ¿para qué queremos ser normales?, debe ser lo más aburrido que hay, no tengan dudas amigos lectores.
Como información preliminar (aunque no toda relevante), paso a describir algunos hallazgos:
1 sujeto de sexo masculino con las manos más rápidas que la vista (eso es normal sólo en los Magos, y son pocos)
1 sujeto de sexo masculino con pelo en pecho y diciendo pendejadas (eso no es normallll ¿o si?)
1 sujeto de sexo femenino que, teniendo mucho que hacer, se sienta en la notebook a escribir disparates como éste por ejemplo (ahí me involucro yo sin temor a represalias, que no las suelo tomar conmigo misma).
No los quiero agotar con estos hallazgos preliminares, falta mucho por hacer!
Yo sigo reflexionando, aprendiendo sobre el ser humano en general, aprehendiendo algún ser humano en particular, si se deja claro (primero se le explican los objetivos del estudio, se le da encuadre a la investigación y por lo general se dejan, son colaboradores, sobre todo los especímenes machos de la especie a los cuales se les ha inculcado desde pequeños, usted “siempre listo Calixto Campolargo”.
¡Se valoran aportes a esta discusión!

martes, 12 de enero de 2010

El frasco de mariposas (Gracias Yasmi por la imagen)


De cristal transparente y sin tapa, el frasco descansa sobre la mesa del que escribe. Escribe el que sueña poniendo mariposas dentro del frasco, mariposas de colores, espejos del alma… Él permite que se derramen sus palabras sobre el teclado. Ellas vienen desde el mar, acuden presurosas atadas al viento, se dejan ventilar. Pero no sólo de allí, vienen desde la pradera y desde el fuego.
Agazapadita en cada rincón de la sala hay una palabra que llega y se convierte en sentido para el que escribe y se transformará en sentires para el que lea.
Mariposas que no pueden quedar presas, destinadas a una vida efímera y llena de color. Las palabras son escurridizas, el que las piensa siente que se le resbalan desde alguna parte hasta los dedos, recorren el camino de su vida para encontrar, igual que el escritor, significados múltiples, alas, destellos, transparencias, cristal de vida dentro del frasco transparente. Por eso no puede taparse, porque ellas deben hacer su voluntad, las mariposas igual que las palabras, están predestinadas a aletear desparramando soplidos leves, breves, un hálito de vida.

domingo, 10 de enero de 2010

Ay de quien permita que le digan vegetal!! (la consigna de Lau)


Damián había tenido una vida plena. De niño conoció el mar y la pradera. Se crió en un hogar con muchos hermanos. Su padre trabajaba incansablemente como Médico rural y todos en el Pueblo e inmediaciones lo respetaban. Su madre, le enseñó a sus hijos a amar la tierra. Ella cultivaba todo lo que después comerían en familia, hasta la fruta. Criaba gallinas y hasta tenían una vaca que siempre tenía ternero que amamantar y leche de sobra para toda la familia. ¡Qué delicia la nata que se formaba después de hervir la leche, una vez fría! Se peleaban por mojar el pan en la nata y la madre andaba a los manotazos para que algo le quedara en pie para su repostería. Damián aprendió a ordeñar a los 8 años y era el “oficial de ordeñe”, se levantaba antes de las 6 de la mañana sin protestar y antes de ir a la escuela, cumplía con orgullo su labor. El ordeñe de la tarde correspondía a Joaquín, el mayor. Todas y todos tenían tareas, con los pollos, recogiendo huevos, juntando fruta y cosechando tomates y lechugas. Las frutillas eran potestad de la madre, nadie se entrometía. La fiesta de los domingos era salir en patota rumbo al mar, hiciera frío o calor, había picnic con mantel a cuadros y exquisiteces alternadas con juegos y refuerzos de mortadela y arena, delicia! Creció rodeado de amor, vigilando a las hermanas más chicas, ayudando a sus padres siempre que sus estudios lo permitían. Iban a la escuela a caballo y eso era libertad!! El cabello al viento, de a dos por pingo, cuidándose unos a otros…
Así se hicieron hombres y mujeres fuertes, con un conocimiento profundo del valor de la tierra y las bendiciones de la naturaleza y un amor incondicional por la vida. Joaquín fue el primero en casarse y hacer “rancho aparte”, pero cerca, no sea cosa que se pierda el hilo de cristal que lo unía a su familia. Se trajo la mujer desde el pueblo y la adoptaron de inmediato, igual que a sus cachorros que llegaron uno tras otro como botón de chaleco.
Damián no sabía si quería casarse hasta que un par de ojos le abanicaron la cara en una kermés a beneficio de la escuela. Se llamaba Flor y en realidad lo era! Era suave y aterciopelada, colorida y aromática, no había lugar a duda, era la flor que Damián nunca sospechó cosechar. Cuando se miraron, se abrió el cielo y quedaron cegados el uno por el otro, él le dijo: “No sabe cómo me cambia la vida mirarla a Usted” y ella bajó los ojos pero no le salió nada. Recién después de unos minutos tomó coraje y lo miró a los ojos con determinación, su boca se ensanchó en sonrisa y respondió: “Y usted no sabe que mi vida empieza en este mismo momento”. Todos festejaron ese amor, un amor fulgurante como el rayo en descampado. Sus años juntos trajeron cosechas nuevas, conservas iguales a las de madre y dulce de leche casero, él no quiso seguir estudiando, quería campo y caballo y siembra…
Ellos se encargaron de agrandar la familia con 3 gurisitas en escalera, bellas como la madre, serias y fuertes como el padre.
El primer gran dolor de Damián dolor fue la muerte de su padre, en forma prematura, sin poder disfrutar de todos los nietos que faltaban por llegar. Pero Damián tenía un equipaje lleno de alegrías y caricias que le permitieron encarar el dolor con fortaleza. Cuando creía haber superado el duelo, la vida dio un respingo y un vuelco irreversible… un camión asustó a su caballo y el jinete rodó enredado en el pingo con muy mala suerte, tal era el susto de ese animal que se deshizo de Damián a punta de cascos y salió corriendo dejando muy malherido al hombre. Tardaron horas en encontrarlo, inconsciente y muy lastimado, sus hermanos y su mujer comprendieron que había poco por hacer. Lo llevaron como pudieron hasta la camioneta y de allí volando al pueblo, no había ambulancia, había que llevarlo a la capital departamental, Damián no tenía tiempo, pero no había otra. Llegaron entrada la noche al Hospital. Los médicos hicieron lo que estaba a la mano,
Si sobrevive - dijo alguien - va a quedar como un vegetal. Joaquín quiso pegarle al fulano, vociferando “Ay de quien permita que le digan vegetal, hijo de puta!!”
El azar hizo que Carolina, de 6 años, la mayor de las nenas de Damián y Flor, escuchara todo, todito… No entendía la furia del tío, no entendía por qué lloraba su madre y su abuela. Se coló en puntas de pié en la habitación donde estaba su padre conectado a un respirador, lo miró con ternura y le dijo:
 Papá, no sé que pasa afuera, mamá llora y el Tío Joaquín está enojado. Yo creo que lo que dijeron es bueno, vas a ser un vegetal, vas a estar lleno de vida por dentro aunque solo te muevas si el viento lo quiere, te vamos a cuidar y dar agüita, te protegeremos del frío y seguro pronto, prontito florecerás y te tendremos de nuevo como antes.

No se sabe si la lágrima que corrió por el rostro del padre fue voluntaria o refleja, pero allí estaba. Si escuchó a su hija, seguro lloraba de orgullo.

viernes, 8 de enero de 2010

Otros caminos


La verdad que el tema de los caminos en un tema complejo. Inevitablemente aparecen por doquier, hay angostos y arbolados, hay anchos y asfaltados, otros de pedregullo, o piedras más grandecitas, difíciles de transitar. A la gente lo que le pasa con los caminos es un fenómeno que no creo sea muy original, porque las personas tenemos repertorios finitos para el abordaje de las cosas. Y los caminos son una cosa más en la línea de lo que vamos viviendo. Caminos… según el momento de la vida que nos toque, nos van gustando distintos. Entiéndase como camino todo lo que pueda ser transitado, atravesado, seguido, evitado ¿me captan? Camino viene a ser casi todo en esta gran metáfora de la vida. Hay etapas en las que queremos que el camino sea suave y de ser posible, mullido. Eso es cuando tenemos los pies cansados, o con ampollas. De seguro porque venimos transitando descalzos por lugares más o menos inhóspitos durante un tiempo y el resultado es ese, invariablemente, pies hechos pomada. Hay otros momentos en que la curiosidad nos mata y queremos encontrar uno que sea no demasiado lineal, lo queremos con volteretas y con alguna rama en el medio que haya que correr con la mano o con los pies, que tenga un poco de misterio, mucha vegetación y sonidos a los lados, que nos haga temblar un poco y nos llene de adrenalina. Eso pasa generalmente cuando la gente viene de transitar una carretera tipo la ruta 1 después de arreglada, que es lisita, facilonga, por la que vas mirando y ves vaquitas, ovejas, árboles, unos eucaliptos, matorrales, más vaquitas y otras ovejas y todo el paisaje es tan parecido que te vienen deseos de pintarle cosas, de agregarle, no sé, un rinoceronte acaso, o un puma corriendo… Y lo más que aparece es un zorrillo o un aperiá y hay que conformarse.
Si, realmente hay caminos requeteaburridos, que cada tanto hay que bajarse a estirar las piernas, aspirar el aroma del campo y sentarse en la hierba a soñar… Ahí es cuando yo les decía que nos empiezan a atrapar los andurriales, cuanto más intrincados, mejor. Si hay un camino inexplorado, si es que existe, nos entra como una emoción, “soy el o la primero/a en recorrerlo”, dan ganas de ponerle el nombre de uno y que todos sepan, los que pasen después, que fuimos nosotros que lo descubrimos. Lo que debe haber sentido Hernandarias cuando trajo las vaquitas!!! Ni se imaginaba el hombre que después de muchos años, ellas podían llegar a ser “figurita repetida” en el paisaje!! Ya lo creo que tendría otras cosas más complejas que pensar por entonces.
Pero con esto de la vegetación circundante creo que me fui por las ramas. Lo que yo quería transmitir en todo caso, es que cuando unos caminos ya los tenemos muy conocidos, los humanos nos inclinamos por otros caminos, creo que es así…

Gente con luz


Hay gente que tiene luz adentro y afuera. Tienen luces de colores. A veces lo notamos y a veces no, porque nosotros podemos tener puestos los lentes negros y en tal circunstancia, se nos escapa alguien luminoso, pasando desapercibido. Por eso no conviene abusar de estos adminículos que nos protegen de los rayos ultravioletas pero nos impiden ver el arco iris de alguna que otra persona, eventualmente.
Cuando la persona tiene luz adentro, digamos que eso le da un toque de transparencia que hace que un buen observador, le vea el alma a través de los ojos. Yo sé que se puede porque soy buena observadora y he visto mucha gente con luz adentro.
A esas personas tú puedes golpearle suavemente la puerta y seguro te abrirán, y acaso también la ventana. Te abren porque no tienen miedo, porque creen en ti.
Pero yo les decía que también tienen por fuera, se ve de lejos esa, la de afuera, y sirve mucho, porque al igual que la luz del fondo de casa, funciona como faro que te indica: “por aquí persona iluminada” y allí vas, a su encuentro para quedar entreverada en una filigrana de nubes (gracias César por la imagen), en una transparente y fina filigrana, hecha de seda y algodón. Por eso son mullidos, con color y sabor como el algodón azucarado del Parque Rodó, y hasta con su mismo ruido a infancia.
La conjunción de luces de adentro y afuera, hace que esa gente sea inconfundible, hace que no pasen por tu vida sin dejar huella. Dejan estela como campanita, se los juro!
Ahora bien, no todo lo que brilla es humano, hay luces artificiales que a veces te confunden y te hacer pasar gato por liebre, en serio! Me ha pasado…
Me refiero a aquellas personas que te parece que te indican “acá persona iluminada” y cuando llegás, ploc! No tienen luz propia. Y se sabe que cuando tenemos algo puesto que no es propio, no se puede compartir, porque sólo se comparte aquello que es tuyo, si no, pierde sentido el compartir.
De todos modos, no está mal que cada quien se adorne como guste y si hay algún almita medio nubladilla que desea no parecerlo, démosle ese derecho, que al fin y al cabo quiénes somos nosotros para juzgar a alguien?????
Y me he encontrado con gente que anda a oscuras, a tientas por la vida. Que por alguna razón se opacaron, o nunca brillaron, no sé. Conozco gente tan oscura que te pasa por al lado y prácticamente no la ves, pero igual te llega como una intuición de que están allí y necesitan algo, no sabemos qué. A mi me da mucha pena alguna que otra persona muy oscura, son malos para si mismos y a menudo para los demás. Pero no hay que desesperar, la enorme mayoría de las personas tenemos, quien más, quien menos, un rayito para compartir. Y lo que tiene de bueno, es que de la misma forma que el conocimiento, la luz que se comparte no mengua en absoluto, todo lo contrario, crece, crece y crece en progresión geométrica… Y aunque no todo en la vida es algodón mullido y luminoso, aunque la vida vista como un todo incluya penas y oscuridades, asperezas y callejones, época de siembra y también de rastrojo… vale la pena buscar, como aguja en el pajar, la mayor cantidad de gente con luz para rodearte, ellos te cargan las pilas para sortear lo otro, que también es inherente a la vida.

La consigna: Callejones, que los hay, los hay...


Dan miedo los callejones, no sé bien por qué, tienen eso de que son angostos, mal iluminados y por lo general los asociamos con agua estancada y desperdicios. La otra cara de la luz, la otra cara de la vida urbana. Sin embargo, no es posible vivir sin callejones. Siempre hay un pedacito de cuadra que sobró en los planos de los arquitectos, y que nadie sabe bien qué hacer con él. ¿Quién se equivocó en los cálculos? No se sabe, depende de cada caso… De esta forma se van gestando y la gente no se apropia, los pobres callejones se van ennegreciendo y agrietando y ya nadie los transita.
Pero acordemos que depende del ancho y la longitud, así como de su ubicación en el contexto urbano. Hay callejones modelo, que sirven para poner bancos y plantas, quedan lindos! Entonces la gente dice “voy a la placita”, no dice “voy al callejón adornado”, es una cuestión de imaginario social. Deducimos entonces que hay callejones de primera y de segunda, y de cuarta, omitiendo específicamente la cualidad de tercero, ya que en mi teoría, la terceridad por lo común no afecta a los callejones. Acaso podríamos sustituir “de cuarta” por “de mala muerte”, siempre que uno pueda distinguir entre una buena y una mala. Yo creo que sí, ya que la muerte es un hecho y como tal, puede tener cualquier característica que uno pueda aplicar a cualquier hecho que suceda, dentro o fuera de un callejón.
Claro, ustedes dirán, ¿qué tiene que ver la muerte con los callejones? Es una buena pregunta en realidad, yo la haría. Pues tiene mucho que ver. Hay muertes en los callejones, personas y cosas mueren allí. Sonreirá más de uno pensando: ¿mueren las cosas? Claro que sí!! Detengámonos un momento en el concepto “cosa”, sabemos por los libros (que también son cosas) que este concepto se define como "objetos materiales susceptibles de tener un valor" (copiado de por ahí). Entonces tienen valor y si lo tienen pueden perderlo, ahí está!, una cosa que perdió su valor es una cosa muerta, y de eso también hay en los callejones.
Hay callejones para vivir o al menos para dormir, donde las personas que no tienen refugio, se acomodan más o menos, con mayor o menor cantidad de vituallas según el caso, hay familias enteras en un callejón, rodeados de cosas vivas y muertas. Y ellos vivos pero de una forma distinta a la que nosotros podemos intuir, “a su aire”, que es lo único que tienen en realidad.
Sí, definitivamente… callejones, que los hay, los hay.
Algunos están adentro y otros están afuera. En unos hay silencio y en los otros hay ruido, pero no respectivamente, puede variar. La clave está, a mi entender, en captar la complejidad del callejón para saber si está vivo o no, si vale la pena limpiarlo y habitarlo o cuando menos transitarlo. Ni hablemos de adornarlo. Por otra parte no es necesario que nos gusten todos, es más! Podemos escoger uno o varios y desestimar los otros, nadie nos obliga a tener en cuenta los callejones todos, sería inabarcable.

La consigna: Y le dió su tesoro más preciado...


Se encontraron 25 años después, creían haber pasado de todo pero la vida les reservaba todavía algunas sorpresas. Él apareció sonriente y ella no lo reconoció de inmediato, igual que Penélope lo esperaba igual que antes…supo que era él por los ojos y la sonrisa intactos. A él le pasó lo mismo.
Media vida atrás ellos habían inaugurado los rituales y después, cada uno por su lado se dedicaron a sus vidas y ahora, él empezaba una nueva etapa, ella no sabía si podía empezar algo, tan distraída andaba por la vida.
La primera sorpresa fue escucharse, la voz intacta, ensanchó la sonrisa de ambos que torpemente se pusieron a caminar uno al lado del otro, mirándose y remirándose sin poder parar de sonreír, un poco alegres, un poco atribulados, teniendo conciencia el uno del otro y del tiempo.
La segunda fue abrazarse, los brazos, firmes y entregados, iguales, lo abarcaban todo y ella sintió que había paz.
La tercera fue bailar. Entonces, se fueron desprendiendo despacito del suelo, abrigados por el recuerdo y la ternura.
La tercera sorpresa fue el beso, llegó conquistando territorio, arrasador y centelleante. Las ventanas reflejaban los destellos y ellos supieron que ese beso no era de ayer, era recién encontrado, recién hecho, nuevecito, como nuevas eran las ramificaciones que iban despavoridas por cuerpo y alma, aleteando, soliviantando, haciendo surco. Ella recordó así de que otra vida era posible porque él le dio su tesoro más preciado, el ritual del amor que ella creía perdido ya.

jueves, 7 de enero de 2010

La Nada


Ahhhh! la nada, la nada es “ninguna cosa”, “ninguna gente”, “ninguna sensación”, “ninguna parte”… A mi me gusta pensar que la nada existe, como un agujero negro donde hay potenciales cosas y gentes y lugares que aspiran a dejar de ser nada y empezar a tener significado para los demás. Porque cualquier nada puede ser todo para el más pintado.
Pero los homo sapiens sapiens, le damos un significado diferente a la nada, podemos aplicar esa palabra a muchas situaciones, y siempre significa algo contrario a lo que enuncia.
No tengo nada que decir: eso significa que estoy furiosa y que las palabras que tengo para compartir son maldiciones, y según el caso pueden caer mal… hay que tener cuidado, (mejor me callo).
No puedo pensar en nada: eso significa que la cabeza se desborda, que no hay sentido, que de tanta cosa está por explotar.
No me pasa nada: eso significa que “qué te importa lo que me pasa, me venís a preguntar ahora, cómo si no supieras!!!!”
No me importa nada: Eso, sin ir más lejos, quiere decir que me importa mucho pero no te lo quiero demostrar, psséee, con qué derecho, faltaba másss…
Mucho y nada, los términos del amor, de la amistad, del vínculo.
Me quiere mucho, poquito y nada… las flores revelan el destino y alimentan la ilusión…. Mucho y nada, todo y nada, esta última oposición es más absoluta y contundente, me gusta, la adopto ya, todo o nada.
Uy! Qué radical me puse, me olvidé de los matices, “algo”, “un poquito”, “bastante”, son todos matices entre todo o nada, y qué bien nos vienen!!! Sobre todo (¿vieron que no se dice “sobre nada”?) porque las cosas, las gentes y los lugares, no son en blanco y negro, tienen matices bellos y ricos que hacen de este mundo algo diverso y enriquecedor, un instrumento de aprendizaje, un abanico o un arco iris como quieran llamarle y mejor les guste.
Nada tengo para agregar: decimos cuando la chorrera que se viene es totalmente inoportuna!
Nada podemos hacer: acude justo cuando la cobardía nos impide la acción.
No hice nada por solucionarlo: sirve para sentir culpa, mucha culpa.
Como ven amigas y amigos, la nada existe, es múltiple y polifacética, es un muy buen instrumento de manipulación, de sufrimiento, de extremo regocijo (“Nada puede separarnos”).
Pero a la vez, puede ser una característica o un padecimiento, de suerte que podemos ir por la vida haciendo “nadeces”, sin pena y sin gloria y lo peor, sin darnos cuenta.
Asimismo podemos ser víctimas de nadez, ¿no han visto acaso, desde la terraza de los bares que como sabemos son ojeaderos clave, gente que padece nadez y anda por ahí sin rumbo, añorando completudes, “todeces”, que no aparecen, que no se encuentran porque no hay con qué? Es un problema de difícil resolución, porque de la nada, nada surge y así andan, como locos, llenos de nada, desabrigados, desconsolados.
Y concluyo, solo sé que no sé nada, seguro no lo dije yo, Je!, lo dijo alguien que era humilde y que tenía la cabeza llena de todo y aún así, tenía la valentía de reconocer que del universo, realmente no sabía NADA, igual que yo.
Bueno, no tengo nada que agregar, eso quiere decir que todo lo que se apila en los dedos es confuso, porque a veces mis palabras no surgen de la cabeza sino de los dedos, nada los detiene, excepto el sueño que todo lo empaña, nada más escribo, no porque no tenga nada que decir, sino porque mis dedos dicen ¡basta! nada de lo que ecribas va a ofrecer lo suficiente acerca de la nada, que para estar vacía, realmente da bastantes complicaciones, lo del título, Hernán, ¡qué ocurrencia la tuya! ¡Qué despropósito! esto de escribir sobre la nada... uy... se me desvanece la compu!!!!!