miércoles, 20 de enero de 2010

Trascendiendo a Penélope


Esperando a Ulises, el guerrero, Penélope teje y desteje, cose y descose… pierde su valioso tiempo.
No hay tiempo de espera, hay sólo tiempo de búsqueda y encuentro. La vida nos corre pegadita a los talones y no se detiene, miren ahora nomás, ya hace como 3 minutos que estoy escribiendo esto, tres preciosos minutos que no han de volver jamás, habrá otros, esos no, ya pasaron. Es lo que sucede con el tiempo amiga Penélope, pasa mismo, y cuanto más empeño pones en retener ese instante, más pronto se escurre, se diluye, se te queda en la memoria. Ahí van a parar los besos, los abrazos, las miradas y los tactos… a la memoria no digital que tenemos en uso, y que no se mide en Gb, se mide en intensidad y profundidad. Directamente proporcional a lo disfrutado el tamaño que nos ocupa en la memoria y el tiempo que permanece en primer plano. (Espero no haber tomado demasiadas variables que luego me dificulten el cruzamiento y posterior análisis). Porque es así con las vivencias, van primero a zona de rápido acceso, al tiempo hay que trabajar un poquito más para encontrar los datos y si pasa mucho tiempo, se vuelve laberinto, se entrevera con otras huellas y sonamos, porque nos acordamos de todo el conglomerado.
A mi me pasa esto, pienso “beso” y me sale una mezcla de sabores, aromas y formas, dientes que se chocan, labios que se muerden, ¿de quién son estos besos que me vienen? Y bueno, son míos, son “complejos besosos” con otras tantas narices por encima. ¿Y las manos? Ah! otro tema, las manos suaves, las agredidas por el trabajo, las grandes manos y las medianas, son muchas manos que acarician, ésta detrás de la nuca, te impide desenganchar el beso, la otra en la cintura e inmediaciones, recorre y recorre, peregrina incansable… ¿de quién son esas manos? Mías también porque me las apropié…
Y así con todo, para no abrumarlos ni abrumarme, porque si es por entreverar recuerdos ¿qué les puedo decir yo que no hayan experimentado? Ah! dulces Penélopes,
De veras no tejan, vibren, no cosan ni borden, salgan a cazar, amazonas de la felicidad.
No hay peor trabajo que el que no se hace, yo llegué a esa conclusión, voy a por lo que quiero y me puedo desnucar en el camino, y puedo perder como cualquiera, pero no será por andar tejiendo, no! Salgo con el carcaj en la espalda y mis flechas prontas, con miel en la acerada punta. Cuidaos de mí, que, trascendiendo a Penélope, acá hay una mujer que lucha para la vida.
Así que, querido Ulises, “ya no te espero” como dice Silvio, “llegarás a casa abierta”, porque Penélope transmutó, son tiempos de reconstrucción, hay que tirar abajo viejas paredes, que ya no abrigan, hay que deconstruir modelos antiguos, atávicos. Hay que pelearla como se pueda. A uña y diente por la felicidad, ese momento (porque la felicidad tiene esa característica, es de a ratos), que te dará nutrientes y energía para seguir en la palestra de la vida. Yo ahora las colchas y los bordados, los compro hechos.

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