jueves, 29 de abril de 2010

Ojos de otoño


¿Puede acaso una hoja seca ser hermosa? ¡Ya lo creo!, pensó Diana mientras admiraba la foto que sacó su hija a un manojo de hojas de otoño… Mamá, ¡parece que las pusieron ahí de esa forma especial!. Diana la mira y piensa, “la belleza está en ti chiquita, y tú la pones allí donde miras, la belleza emana de tus ojos y se trasmite a las cosas, pasa por el diafragma de tu cámara y se transforma en arte”
¡Mirá ese cielo! Dice Celina, y la chimenea y las nubes…, y esa hoja verde, cómo le da el sol… La hija abre grandes los ojos y se le asombra hasta la nariz. Diana sonríe desde el fondo del alma: Son tus ojos le dice, es tu sentido de lo bello lo que hermosea a la naturaleza y se queda en la foto para recrearnos. Diana no se había dado cuenta hasta entonces, cuánto del alma de su hija estaba prendido en cada imagen.

lunes, 26 de abril de 2010

Me gustaría verte...


Me gustaría verte, que el sol te dé en el pelo, que tu sonrisa dispare cascabeles al venir a mi encuentro. Quisiera estirar los brazos y abrazarte fuerte, sentirte latir, abandonarme a tu abrazo y saber que sigo en pie, que me sostienes.
Me gustaría que desafiaras al viento, sólo por correr a mi lado y que me convencieras de que lo mejor que pudo pasarme es haberte conocido.

Que sea cerca del mar, que haya rocas grandes y pequeñas, cantos rodados y caracolitos, mejillones pegados al lomo de la piedra dejándose bañar por el mar y cosquillear por la resaca. Retar al frío, tantear las aguas del mar embravecido, descalzos, sorbiendo besos de arena y sal.
Me gustaría sentarme contigo a mirar el cielo, contar estrellas, constelarlas, encontrar allí un corazón universal que nos contenga, una energía que nos trascienda y nos arrastre, y ya nunca volver a ser los mismos.

Que no haya distancia ni enojos ni tormentas, que las nubes sean blancas y regordetas, que las flores estén todas abiertas para honrarnos.
Yo acaso pueda adivinar tu paso, adelantarme, avizorarte desde lejos cuando la brisa me traiga tu aroma. Y salirte al paso, rodear tu cuello, besar tus ojos y pegarte mi sonrisa a fuego en la frente. Yo acaso pueda incluso correr si estás muy lejos, acortarte el camino, rodeártelo con hojas de otoño, para que las levantes con tus pies, jugando, y las dejes suspendidas en el aire con tu brío.

Si, me gustaría, saber si es posible excomulgar al miedo, detener el tiempo, barrer con la tristeza y caminar de la mano bajo la luna de mayo…

domingo, 25 de abril de 2010

Llegué tarde


Cuando yo no pretendía nada, dijiste que morías por contaminarme y contaminarte… Tuve que respirar hondo para recuperar el aliento, ¿qué dice este hombre? ¿Será que lo enamoré sin darme cuenta? Tan tonta no se puede ser…
Pero a la vez que llegabas, te ibas, ronroneabas y escapabas como un gato jugando despiadado con un ratón asustado.
No es posible decías, no en este tiempo y en este mundo, tal vez en otra dimensión en otro tiempo, que sería mucho el daño y es probable que tuvieras razón. ¡Estamos a salvo!
Hubiera sido un desastre nuclear, no puedo siquiera imaginarlo.

Si, por azar, hubiera logrado sentir tu boca a tan sólo un centímetro de la mía, de haber comprobado la urgencia de tus labios y si tu lengua hubiera buscado, por un momento tomar por asalto la mía, habría sido víctima del Plutonio…
Si tan solo hubiera podido comprobar con certeza, desde mi pecho hasta el tuyo, la estática de tus vellos, por ese mero detalle, habría sido víctima del Uranio…
Si al menos por un instante, hubiera saciado mi sed de tocar tu cuerpo y sus misterios, develando secretos, excomulgando miedos, llegando lentamente a tu sexo como a un altar para rendirle homenaje, habría sido indefectiblemente víctima del Cadmio…

Pero estamos sanos y salvos, tú sin mi cuerpo haciendo nido en tu pecho, yo si tu pecho cobijando mi desvelo. Yo sola de soledad absoluta, es decir, sin tus ojos.
Tú sin mi, si esta mujercita que te sueña, que daría su reino por tu cariño.
Estamos a salvo, ¿no es bueno? Claro que sí, sin piernas que se cruzan, sin cuerpos en comunión, sin ese aleteo del deseo compartido, tú en tu vida y yo en la mía y sin nosotros.

Tu sonrisa me persigue y tus dulces palabras me arrullan, hombre hermoso e inasible, ¿por qué tuviste que llegar a mi vida? No te lo voy a perdonar nunca! O tal vez ya te perdoné o nunca te culpé de nada. En todo caso, te protegiste, te pusiste a salvo y me alejaste, peligrosa mujer… Mujer de carne y hueso, no de fantasía, la que te hizo temblar, la que te devolvió el huracán del deseo. Cobarde, hombre cobarde, hombre ajeno.
Nunca supiste ni sabrás todo lo que hubiera podido darte, no lo tendrás jamás, se marchitará conmigo, se secará porque tu risa desvanecida no acaricia mis oídos. Tu pelo que adiviné enredado en mis dedos, se disolvió, tus ojos tan claros, tus brazos, tus manos, tus piernas…
Qué suerte amor, qué ventura la nuestra!
Llegué tarde.

jueves, 22 de abril de 2010

Merienda de amor


Ellos saben el punto de encuentro, allí esperan, se reconocen, se abrazan. Cuando se ven, la sonrisa se les ensancha, los ojos miran, la piel alerta…
No se aman con el amor tradicional, se aman in situ, al encontrarse. Pueden pasar los días, incluso los meses, la vida les pasa por la vereda y ellos caminan, cada cual su rumbo, hasta que la belleza los gana y tienen que verse, tocarse, dar por seguro que existen el uno para el otro, y el uno sin el otro. El la arroba con un piropo, ella se aprieta contra su pecho y una corona de rosas adorna su cabeza, las sembró él. Caminan abrazados como si eso fuera posible, se sienten como chicos traviesos, como si eso fuera posible.
El sol está alto, cierra la puerta, baja las cortinas, dejame verte… El abrazo los suelda por minutos, dulces minutos que activan la memoria de los cuerpos. La camisa se desliza siguiendo rauda a la blusa de ella, empieza el ritual, lento pero seguro, con arrebatos y vaivenes, danza eterna y ancestral. Piel con piel, revolotean las caricias, qué linda estás, vos hacés que me sienta hermosa… Ella le da un beso en la frente, atestiguando la ternura, él enreda con su pelo, en este instante te pertenezco, no importa nada.
Afuera el día va cambiando de color y ellos arman y desarman suspiros, risas cómplices, pequeños mordiscos, se degustan, se palpan, se concentran, se desploman, descansan.
La tarde no sabía, ella en su plenitud, que los amantes la iban a ignorar, que la iban a transformar en tiempo sin horas, en cielo con luna, en brisa marina.
Un beso y otro beso, la nube baja a tierra, los pasos vuelven a la vereda de la vida, hasta siempre, hasta la vista, no me olvides, no me ames, sólo quiero verte sonreír, sólo quiero que vueles conmigo…

martes, 20 de abril de 2010

Ilusión



Yermo, el terreno ya no abriga tus semillas. Solo en el rastrojo, te llueve encima, y el agua se escurre rauda sin que puedas absorberla. Tus raíces, se han ido debilitando, bastará una brisa para tumbarte y ya no más.
Si alguna vez tu sombra cobijó, hoy resuenan los ecos del viento al descampado.
Las fuertes ramas de tus brazos se han secado, el fuerte tronco de tus piernas, lleno de huecos, no sostiene.
Y no habrá sido por falta de cuidados, el cariño de ella mantuvo tu savia viva, las hojas verdes en la frondosa copa y esa prestancia que desafiaba al viento y a la helada.
Era pura ilusión, no existía en realidad el enhiesto Roble, sólo en su loca cabeza, plena de fantasía, viendo verdores y matices donde sólo hay gris plomo.

Falta tu estampa en su paisaje, ni rastros de tu sombra, tierra seca y quebradiza vela tu entorno y la mujer, triste, con el cabello al viento, busca y rebusca entre sus recuerdos, recuperar el esplendor, te necesita vivo. Aunque tenga que inventarte.

domingo, 18 de abril de 2010

Sobre el silencio.


Hablaban de encontrarse a si mismos, de la búsqueda. Recorren caminos sinuosos, cada uno el propio. Pero cada tanto gustan de cruzarse, sólo para chequear, qué tanto han crecido y asegurarse de que no se olvidan mutuamente, que tienen cosas para decirse y cosas para callarse.
El le pregunta sobre el silencio, ¿qué le significa? ¿qué puede decirle? Ella no piensa, simplemente dice lo primero que se le ocurre, y va desgranando y destejiendo miles de silencios acumulados…

El silencio me es muy diverso, no lo puedo encasillar, dice Cris.
Es paz, soledad y compañía.
Es ausencia y letargo; miedo.
Es tener la cabeza a punto de explotar o vacía, un desfiladero y no; un punto.
Es el renglón siguiente.
El silencio es el precio que pagamos por la impotencia y es el premio a la vez, por la entrega.
El manda, hostiga, apalea…
Pero también renace, concilia las almas y en esa comunión la vida habla.

A veces el silencio nos desnuda el alma y quedamos expuestos frente al otro, en forma descarnada. En ese momento se encuentran los ojos y salen al encuentro del silencio las bocas apuradas. No para hablar si están callando, sí para hurgar, si están buscando. Hurgarse una a la otra, sacando chispas, sacando lustre a la vida. Si los ojos se entienden y los cuerpos se llaman, el silencio es un pacto con el amor.


jueves, 15 de abril de 2010

¿Dónde están?


Levantó la mirada y se dio de lleno contra el cielorraso. ¿Pero cómo?, ¿Dónde están las estrellas?... Nora no pensó, no sabía, que el firmamento dependía de ella, de sus luces, de sus sombras… Abrió la ventana, sacó afuera su cabeza, “tienen que estar”, se decía. Pero no, no aparecen porque sí, se ocultan adrede, se opacan. Sintió el frío en la cara, se endurecieron sus gestos y optó por la tibieza de su cuarto. Cerró la ventana, se acurrucó en su cama, no siempre hay estrellas, pensó, se conformó, cansada.
La luz aparece cuando el alma se ablanda, y ella no sabía si soñar o sólo dormir. Descansa, quita la pena, riega tus sueños, no esquives la belleza, no te duermas tan solo, abraza la ilusión, despeina el tiempo, no te entregues, no te dejes ganar por el letargo, vive también el dormir, rescata la fragancia del día, el rocío, la plenitud del otoño con sus ocres, vívelo!
Cara a cara con la noche, deja que tu mente vuele, déjate crecer las alas, deja que la vida te adorne el cuerpo, déjala, no la destruyas.
Nora no piensa, se deja llevar por el calorcito de sus mantas, está sola, se despereza, murmura algo, ¿un rezo?, no… Pocas palabras le quedan, el día se consumió, la noche todo lo abraza, sentires, esperanzas y conclusiones, todo puede esperar, menos el sueño…

lunes, 5 de abril de 2010

Caramelos en el alma


Caramelos en el alma, una mujer llora pero no está triste. Dio vida, sintió los gorgoritos de sus pececillos vibrando en el vientre, vio sus ojos al nacer y sus puños cerrados atrapando vida. Tules en su recuerdo y sonrisas llenas de zapallo, dos dientes, los de abajo, los que salen primero con cataratas de babitas y dolor de encías, las perlas cortan haciéndose camino en la boca, augurando vida plena y mordiscos ávidos.
Manos y piernas regordetas, rosaditas, pies como gemas, pelusita en la cabeza, recuerda la madre a sus bebas, una de rulos, la otra de lacio cerquillo, suaves cabellos coronando sus caritas, sus mejillas llenas de besos, las pancitas llenas de amor, los lloros…
Cuando nació la primera, ella era muy joven, temía no estar a la altura del desafío, cuando la segunda, ya no lo era tanto y temía que su cuerpo no respondiera con todo al llamado de la vida. La madre teme, es casi un destino. Aprende plegarias aunque no tenga fe, puede batirse a duelo con las sombras que rodean la cuna, saca de si lo desconocido y crece, se agiganta para abrigar su cría. La madre aprende que no hay amor que se compare con el que se siente por la cría, es absoluto e incondicional y velará por ella y la protegerá con su vida