domingo, 25 de abril de 2010

Llegué tarde


Cuando yo no pretendía nada, dijiste que morías por contaminarme y contaminarte… Tuve que respirar hondo para recuperar el aliento, ¿qué dice este hombre? ¿Será que lo enamoré sin darme cuenta? Tan tonta no se puede ser…
Pero a la vez que llegabas, te ibas, ronroneabas y escapabas como un gato jugando despiadado con un ratón asustado.
No es posible decías, no en este tiempo y en este mundo, tal vez en otra dimensión en otro tiempo, que sería mucho el daño y es probable que tuvieras razón. ¡Estamos a salvo!
Hubiera sido un desastre nuclear, no puedo siquiera imaginarlo.

Si, por azar, hubiera logrado sentir tu boca a tan sólo un centímetro de la mía, de haber comprobado la urgencia de tus labios y si tu lengua hubiera buscado, por un momento tomar por asalto la mía, habría sido víctima del Plutonio…
Si tan solo hubiera podido comprobar con certeza, desde mi pecho hasta el tuyo, la estática de tus vellos, por ese mero detalle, habría sido víctima del Uranio…
Si al menos por un instante, hubiera saciado mi sed de tocar tu cuerpo y sus misterios, develando secretos, excomulgando miedos, llegando lentamente a tu sexo como a un altar para rendirle homenaje, habría sido indefectiblemente víctima del Cadmio…

Pero estamos sanos y salvos, tú sin mi cuerpo haciendo nido en tu pecho, yo si tu pecho cobijando mi desvelo. Yo sola de soledad absoluta, es decir, sin tus ojos.
Tú sin mi, si esta mujercita que te sueña, que daría su reino por tu cariño.
Estamos a salvo, ¿no es bueno? Claro que sí, sin piernas que se cruzan, sin cuerpos en comunión, sin ese aleteo del deseo compartido, tú en tu vida y yo en la mía y sin nosotros.

Tu sonrisa me persigue y tus dulces palabras me arrullan, hombre hermoso e inasible, ¿por qué tuviste que llegar a mi vida? No te lo voy a perdonar nunca! O tal vez ya te perdoné o nunca te culpé de nada. En todo caso, te protegiste, te pusiste a salvo y me alejaste, peligrosa mujer… Mujer de carne y hueso, no de fantasía, la que te hizo temblar, la que te devolvió el huracán del deseo. Cobarde, hombre cobarde, hombre ajeno.
Nunca supiste ni sabrás todo lo que hubiera podido darte, no lo tendrás jamás, se marchitará conmigo, se secará porque tu risa desvanecida no acaricia mis oídos. Tu pelo que adiviné enredado en mis dedos, se disolvió, tus ojos tan claros, tus brazos, tus manos, tus piernas…
Qué suerte amor, qué ventura la nuestra!
Llegué tarde.

2 comentarios:

  1. "Los amantes se buscan el alma,
    naufragados de urgencias preguntan,
    y el destiempo les duele en el alma,
    laberintos de mar el amor."
    Fragmento de Los Boliches, que canta Zitarrosa-

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