lunes, 31 de mayo de 2010

Desencuentro


Me guío por un mapa, un cerro, un laberinto

Voy un poco a ciegas, confiando en mis instintos

No llevo carga, voy sola a construir camino

En algún punto quedamos, del aire suspendidos

En una hora inexacta el silencio con ruido

Nos ganó la mitad, dejándonos partidos

Por no seguir a pie, ya muy cansados

Nos quedamos sentados, sin apuro

En pocos tiempos el verbo reducido

Ya sin miradas, ni dejos, ni susurros

Débil reflejo en el espejo frío


Porque sucede a veces, el viento nos destapa

Y nos atrapa pleno el inusual despido

De lo que se trataba, encuentro y desatino

¿Qué pasa si descubres que el alma se apelmaza?

¿Qué si al oír el viento no se escapa un suspiro?

No pasa nada ni nadie y caes en la cuenta

De que ya es hora en punto de alertar al destino

De perseguir calandrias sobrevolando pinos

De remontar cometas

De salirle a la vida a componer desmanes

Rescatando lo bueno pues nada se ha perdido

martes, 25 de mayo de 2010

Caballero de luna.



Enciende ya la luz, que quiero verte
quiero escuchar de cerca tu latido
que salgas corriendo, resoplando lunas
que levantes los brazos al destino
que puedas con todo y si me acunas
que duermas al arrullo de mi trino
quiero que cargues en tus brazos la tormenta
que toda tu pasión sea un desafío
que no te entregues, que le des la vuelta
a la oscuridad del tiempo ensombrecido
que la tristeza no te gane, ni el hastío
que sólo vean belleza tus ojos de comino
que te vengues de mi, que me atormentes
y que luego retornes al camino
que sorprendas mi ensueño
quiero verte con brío
caballero de luna
canción, espejo, río
camalote liviano sobre el lago tranquilo
brillante caballero sobre el lecho de lino
que cante tu pradera por sobre el valle mío
que se apaguen las luces cuando ya estés dormido.

domingo, 23 de mayo de 2010

Bailar pegados


Pablo la ve como una muñequita frágil, pero se equivoca, Ana es fuerte y se dobla como un junco, sin romperse. Puede ser dura, como el diamante, él lo sabe. Puede ser suave como el algodón y así le gusta. Por unos minutos la mira arrobado y ella le sostiene la mirada, busca que busca, bien en el fondo, justo detrás de la curiosidad, su alma. Pero no ve nada, y piensa que eso de la intuición femenina son paparruchas.
Pablo la invitó a bailar. ¡A bailar!, ella no podía creerlo, volver a bailar con él, volver a bailar para él. Porque de hecho, Ana le tiró los galgos toda la noche. Sin proponérselo, sin premeditación pero con alevosía, se dedicó durante horas a hacerlo vibrar. Ella lo necesitaba también, los juncos no pueden quedarse quietos si hay brisa.
Cada abrazo era una promesa y cada beso les devolvía el alma a los cuerpos, porque ambos tenían frío. La música los iba llevando, no importaba lo que cantaran, no importaba lo que tocaban, no demasiado. La razón de todo tenía que ver con sentir la piel del otro, la excusa perfecta. ¡Cómo te movés! A ver ese quiebre, páh, Ana se hace sentir. La noche había empezado a darle instrucciones a su cuerpo, movete, tocalo, besalo, dejalo amarrado a tu cintura, sentilo. Las instrucciones eran claras, date permiso para que esta vez sea distinto, sorprendelo, dejate conmover y hacé que te desee como hacía tiempo no. Pablo está lleno de vida, y le laten los besos, la abraza, la sostiene, la lleva en la danza, la baraja en el aire como a una pluma. La rodea, la consiente, la disfruta. Piensa y dice: ¿Hoy te vas conmigo? Ella duda, su afuera duda y su adentro dice, ¿cuándo lo ibas a preguntar? Le dice que sí con la nariz y él tira la cabeza para atrás como habiendo conseguido el cielo. Vámonos ya… la danza continuó hasta el amanecer.
Es mentira que después de vivir tanto no se pueda sentir que vuelven los 20 años a tu mundo.

sábado, 15 de mayo de 2010

Asincronía


La soledad le hace ruido. Va calando de a poquito. Retuvo su nombre hasta hace un rato, ahora lo suelta al viento para que flote junto a las hojas de otoño. Nombre que suena despacito, se va cayendo porque ni siquiera lo murmura, como para que él no se entere que le hace falta decirlo. Aún así, no se va.

Va recorriendo descalza los últimos días pasados, ¿cuál es la diferencia?, no se da cuenta, no cambió nada. Sólo adentro de su cabeza cambian las cosas… las pinta del color que le gusta y después no hay reclamos. La cabeza se le mueve como bailando, y ella le pone la música,¡Así cualquiera!
Quieta el alma, la mirada perdida, y la cabeza llena de palabras.
El nombre suyo que la acompaña, la distrae, la despeja, la aturde, la concentra.
Quieta la noche, se mueve el frío y es intenso. Hay gotas finitas y heladas que rompen en su cara, los labios fríos, la nariz congelada. Se llena el pecho de aire y lo entibia.
En un lugar del planeta un hombre sufre, tal vez llora. No es por ella, nunca coincide.
Podría abrigarlo, piensa, podría consolarlo si él quisiera, podría cambiarle el color del alma y el calor del cuerpo, ¿podría? No está segura de nada, revisa sus conexiones.

Hay interferencia, suena como un zumbidito, a revisar el manual, dejame verrr, Ah, no!
La programación dice claramente, dejalo suelto, no lo amarres al pensamiento.
Falla de software, se ha producido un error fatal, consulte con su administrador.

lunes, 10 de mayo de 2010

Para que los besos se queden


Volvió a casa cargada de besos, unos se le fueron hasta la panza, otros se le quedaron enganchados en el pelo, casi se diría que para siempre, justamente esos, los más tiernos, la desarman y no se le salen aunque se pare bajo la ducha por horas. Son “water resistant”.

No puede dejar de verlo, todo de negro, esperándola en la puerta del teatro, suspendido en un “¿qué hago yo acá?”. Cristina había ido al baño, todavía conmocionada por la obra, más que nada para revisar sus lágrimas y permitir que se evaporaran. Marcó sus ojos con delineador para restablecer la sonrisa. Verificó frente al espejo si algún beso le había quedado en evidencia y vio que si, tenía la cara con besos y decidió dejarla así. Intentó acomodarse el pelo, como si fuera posible hacerlo! Y salió… Eduardo la ve venir con asombro…¡Qué linda sonrisa! Dice muy cumplido y ella se esponja (él no sabe lo que cuesta sostener esa sonrisa y ella no piensa decírselo) en el fondo sabe que a su manera la quiere, cada tanto vuelve a recorrerla como a un paisaje conocido donde descansar del viaje de la vida, o para devolverse cosas. Cristina lo deja porque es un poco adicta a sus boca y a sus ojos, le encanta escucharlo, su voz jovial, su humor inteligente, su sensibilidad. Pero se da cuenta cabal de la ajenidad del hombre, ¿dónde estará tu cabeza? Lo que seguro está acá es ese par de ojos y esa sonrisa, y cierta complicidad, mi “flacucha”.
Caminan abrazados como siempre, se hacen mimos, se sienten, son complementarios, fugazmente complementarios, como ayer lo fueron (pero ayer es otra historia).

Ya está pagada la deuda de todo daño posible, Cristina lo ha relevado de toda reparación, porque ella también se ha equivocado mucho, capaz que incluso hasta más que él. Eduardo le ha hecho daño alguna vez, más por impericia que por desamor, más por confusión de datos que por intención. Y aunque ella ya no puede creerle mucho, cuando están juntos parece que si, que todo es cierto y acaso lo sea en algún lugar del corazón o en un tiempo, o tal vez en otro. Hay palabras que son para siempre dijo él y es posible, no todas, pero algunas sí son para siempre. Parece que ya se hubieran dicho todo, lo bueno y lo malo.

Sentada en un café sola, Cris sonríe pensando “hoy es su cumpleaños”, ¿cómo sería ir a su encuentro? Llegar a verlo con un regalo en la mano y un abrazo apretado en la manga, listo para ser dado, prontito para latir.
No se puede y no es necesario, mujer, date cuenta, despertate!! Le manda un mensajito y él responde que la llama… No!! no llames, no digas nada, dejalo así, tenés que permitir que los besos se queden.

jueves, 6 de mayo de 2010

No te me pierdas de vista


Hay un mar entre ambos, desconocido, sonoro, profundo, poblado de criaturas extrañas. Hay un cielo enorme que nos envuelve, porque el cielo no está arriba ¿lo sabías?, está pegadito a nosotros, por eso te aseguro que estamos en el cielo ahora. Yo no necesito creer en el más allá. Yo estoy sobre la tierra y en medio del cielo. Y si estás a mi lado, aunque sea un instante, aprendí que eso es magia.
Magia que tus ojos miren y que tus labios besen, magia que tus manos pasen y vayan sembrando caricias en el cuerpo y en el alma. Fugaz y trémula, la magia…
No importa que te vayas, no importa que fracases una y otra vez en el intento de quedarte, Yo ahora lo entiendo, y no creas que fue fácil. Estás de viaje, yo no lo sabia, no vi tu equipaje, y es que viajas con lo puesto, de pasada y porque te lleva el aire. Pero ese aire, es el mismo que nos contiene a vos y a mi, un poco nos retiene, un poco nos suelta, lo paladeamos, nos eriza un poco, nos refresca a veces, nos da oxígeno y luego nos ahoga.
Aire, en medio de los dos, existe aire.
Ya formas parte de mí, me emparchas algún desastre, arrancas risas y lágrimas, jolgorios y ráfagas de rabia, me apasionas, a veces te comería a besos, a veces te enterraría hasta el cuello para que te picoteen los ojos las aves predadoras.
Sencillo ¿ves?, podemos ponernos de acuerdo en odiarnos para siempre… aunque no creo que sea fácil. Yo me esmeré de veras en odiarte y no pude recórcholis, pardiez, válgame el cielo. Tampoco pude amarte, pero puedo, sí que puedo, colmarte de ternura, regalarte todos los besos que me salgan. Puedo hacer un puente para los dos, para encontrarnos en la mitad, la sonrisa enganchada en los recuerdos, muchos años más, muchas ilusiones menos. Puedo tender un tul que nos recubra y aísle momentáneamente, dejando pasar la luz. Podemos, retener en la mano el tacto de la piel del otro, podemos, guardar en el regazo las horas vividas y atesorarlas para que siempre estén cerca de nosotros. Y podemos vivir más.
“Mi vida es un gran campo de batalla” dice siempre mi madre, y yo sonrío… la mía también pienso y sigo sonriendo. Peleo y peleo por un vuelo en alfombra, por una lámpara, por mil y una noches de sueños hechos realidad. Y voy por ellos, sin fijarme en el precio.
No sé si te puedo sostener, te puedes sonreír al pensarlo siquiera, tremendo hombre.
No te me pierdas de vista.

sábado, 1 de mayo de 2010

Significa eso.


Qué veleidosas son las palabras. A veces no se fijan adónde pisan. Causan estragos, de puro indómitas, de cobardes o impulsivas. A veces da vergüenza haberlas escrito, otras veces paz, todo depende. Si nos dejan al descubierto, puede que las odiemos por un instante, no más que eso, porque a la larga las cosas se dicen. O se callan para siempre. Unas inocentes palabritas pueden desatar un remolino. Si, irse de las manos, llagar corazones, lastimar egos. Aunque no sea la intención. Porque quien recibe la palabra, la viste, la desviste, la adorna, le pone y le saca, la transforma en suya. ¡Y qué distinta queda! Casi se diría que es otra. No hay forma, de que algo signifique lo mismo para dos seres diversos, nunca la habrá.
Por eso unos sufren con la misma palabra que otros disfrutan. Ellas esconden mucho más de lo que muestran, son como doncellas del 900 ocultando el tobillo a la mirada de los hombres. Y los tiempos cambian, las historias se complejizan cada vez más, almas añosas enriquecidas y vulneradas por la vida, dolientes y sonrientes, no pueden más que pasar todo lo que ven, oyen, sienten y dicen, por la filigrana de su historia.
Hay almas que tienen en el fondo una tragedia, entonces desgranan palabras para convertir las cenizas en diamante. Son almas en pena, una pena enorme, profunda e inasible, que tiñe todos los amores, que desgaja sonrisas, que distrae el sueño.
Hay almas bendecidas que tienen colores y aromas y risas envueltas en rocío. Son pocas, eso creo, pero cuando nos cruzamos con una, lo iluminan todo, lo inocencian, lo sacuden. Por lo general son almas niñas.
Mis palabras pertenecen a quien las lee, una vez que salieron y se acomodaron en un texto, se me ajenan, se me distancian, se van por ahí a despertar sentires que yo no imagino. Dar palabras a otros es un desafío, una mezcla de generosidad y locura. Otro poco de egoísmo por sentir que ellas son importantes. El que escribe sabe que no podrá entender nunca al que lee. Y el que lee, debe saber, que no alcanzará jamás a entender al que escribe. Es así de fatal. ¿Acaso ves lo que yo estoy viendo? ¿Es posible? ¿Acaso es posible que sientas lo que yo, en este instante? Ya sé la respuesta, “no”. Y siempre será, “no”. Pero eso no impide que sigamos intercambiando palabras, porque en última instancia, es nuestro código, por muy indescifrable que sea, es el que tenemos a mano. Si se siente el deseo de comunicar algo, de lanzarlo al viento y soplar suavecito para que el mensaje llegue lo más acomodadito posible, hay que hacerlo, es la naturaleza humana que rinde homenaje a la diversidad.
Por eso hay que decodificar, cuando alguien escribe “me gustaría verte”, debe aclarar que está queriendo decir eso mismo, ni más ni menos, ni terrible, ni grandioso.
Explicar, en buen lenguaje que “me” es “a mí”, que “gustaría” es “agradaría mucho” y que “verte” es “poner mis ojos en ti”. Sólo eso significa; bueno, convengamos en que no podemos decir “sólo eso”, deberíamos decir “todo eso”.