martes, 30 de marzo de 2010

No sé


No sé que pasa si te toco. He llenado mis ojos con tu sonrisa, me he mirado en ellos buscando mieles. Pero vos, ancho y ajeno, tenés bordes que desconozco, que me intrigan… Es bueno eso, la incertidumbre, el pellizco en el alma, la mirada perdida y las palabras reticentes que no acatan significados. Porque la duda no habla, sólo hace muecas.

Te soñé despierta y no pude, por más que lo intenté, llegar a vos. No me preocupa, sólo me preocupa el cielo cuando amenaza tormenta, cuando veo relámpagos y escucho el trueno. Allí es cuando me hago un ovillo, me calmo, me cubro toda.

No tengo grandes ondulaciones en mi terreno, puede que no lo habites, que no te sea hospitalario. Puede que a mi no me refugie tu pecho. Puede que la vida no esté diseñada para nuestros besos, bocas desconocidas, besos que no han sido y que tal vez… no sean. ¿Almíbar?

No sé que pasa si te miro. He mirado tu imagen, he saltado la distancia de un brinco para colocarme a tu lado, bajo tu brazo. He sentido tu roce y me hizo preguntas, interpeló a mi piel. No sé el veredicto, ella tiene una superficie que siente pero tampoco me habla. Nada ni nadie sabe, nadie puede decirme, si tiene sentido la caricia. Si tu cuello podría hacer crepitar mis dedos, si tu espalda…

No sé que pasa si te beso. ¿Se pierde tu lengua en retacitos? ¿Es plena y conquista territorio? ¿Y tus manos? ¿Son sabias? Acaso nacieron sabiendo cuando y donde poner la caricia. Puede que tengan el diseño perfecto, el molde justo. Puede que sean ansiosas correcaminos, puede que un toque de mi boca en tus dedos haga el milagro, puede que no.

Definitivamente, no tengo idea de qué se abre si te tengo, si es posible, si la vida quiere. Canto en susurros una pequeña melodía, compás de espera, espera suave, calladita. Porque si llegas, si irrumpes en mi vida, se dispara un sueño. Y yo, que no tengo credo, voy a tener que aprender, que hay abrazos efímeros, que hay palabras furtivas, sensaciones, astillas del alma que se van quedando sobre el lecho revuelto.

viernes, 12 de marzo de 2010

Taller Literario: El Mago que sabía todas las respuestas...


Yo voy a hablar de un Mago que conozco poco, porque yo, a decir verdad, no conozco muchos Magos de veras y en profundidad… y hablar de gente que una no conoce bien entraña sus riesgos, pero bueno, si he de incorporarme al Taller, tengo que hacerlo, por Belcebú! O por quien corresponda ya que soy nueva en materia de aquelarres, brujeces y magias, ¿quién manda? Espero que nadie, porque me gusta mandarme sola (vieron que siempre es autobiográfico??)
El Mago de mentas tenía todas las respuestas como es la consigna, pero lo extraño que le sucedía, muy a su pesar, era no conocer todas las preguntas…
Imagínense ustedes, tamaño problema. Es relativamente sencillo responder preguntas, pero hacerlas??? Ahh! Es harina de otro costal…Para poder llegar a formular las preguntas, hay que tener “conocimiento de causa”, y ahí era donde se le complicaba a este Mago que les cuento, sabía un poco de todo, pero por arribita, y es bien sabido que para preguntar hay que conocer a fondo de lo que se trata. Lo cierto era que no se sentía a gusto con su don, quería más, quería saber preguntar. Anduvo y anduvo, preguntando, porque la única forma de saber es preguntando… y la gente le decía sus cosas, sus razones, sus verdades. Y eran tan diversas que lo tenían bastante confundido, pobre Mago, pobre con respuestas, pobre sin preguntas…
A medida que andaba, aprendía y a medida que aprendía, degustaba. Había mundos por descubrir, los mundos de los otros, bien distintos al propio como es de ley. Entonces tomaba frases de aquí, reflexiones de allá y se fue haciendo sabio, de saberes múltiples, de personas y cosas e historias. Fue tan profundo su conocimiento que un día, sin saber cómo, después de una noche eterna y cargada de estrellas, se hizo la luz en su cabeza. Y entonces todo fue sencillo, se dijo y dijo a otros a partir de ahí, no busquen respuestas amigas y amigos, busquen preguntas!!! Ellas andan por todas partes, juguetean, nos encandilan por momentos y por momentos nos dejan sin palabras, pero sólo ellas pueden hacernos pensar, sólo ellas pueden habitarnos y luego liberarnos. Ah! las preguntas, magia suprema, poder en ciernes, beso del intelecto… Y así buscando, y así creciendo, fue el más Mago de todos, fue el más sabio, fue el que inauguró “el conocimiento de causa”, el Mago preguntón, el Mago que quería saber y dar y tener.
Esta es mi pequeña historia, sencilla y un poco ingenua, como yo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Watch ang go


La música le acaricia lindo los oídos y se cuela hasta el centro mismo, irradiando cosas buenas. Cristina cierra los ojos y piensa, siente… se pregunta.

Ayer se encontró con Eduardo, fue un “Watch and go” como dijo él, la sonrisa le bailaba alrededor de los ojos.

Ella llegó apurada, casi sin peinarse, porque él perdía el zapatito muy temprano y sólo quería verlo, chequear los ojos con el sonido de su voz, medir la dimensión de la distancia que los separaba o los unía, vaya una a saber. ¿Dónde estás? – por allí -, un poquito más allá… la bienvenida colgando de la mochila, cansado, mirando el reloj, la calabaza pensaba Cris.

Lo conocía desde hacía un tiempo y aunque nunca lo había visto, creía saber bastante de él y se sabía conocida. De esos rastros estaba formada la expectativa del encuentro, del breve encuentro, sólo para mirar, sólo para rozar la mejilla con un beso, sólo para rozar la cintura en la despedida. ¿Un café?, claro!

Un café para los dos dijo él, apresurado, sin preguntarle si quería café. Cristina interrumpe – “Cortado para mí, gracias” – Qué apurado que está, piensa… debemos dejarlo volar porque hoy no es el tiempo de quedarse. Y tal vez nunca lo sea.

Eduardo tiene cosas en que centrarse, Cristina también, ellos han vivido aproximadamente la mitad de sus vidas, probablemente algo más de la mitad. Ahora ella busca entender cómo quiere vivir el tiempo restante. El lo tiene más claro, o eso parece, está muy seguro de lo que hace y dice, o tal vez no tanto.

Él la mira desde adentro y ella tiene que bajar los ojos (sos una pelotuda colegiala piensa Cris) Se va y no sabés cuándo lo vas a volver a ver, decí algo que sea significativo!!! ¿En qué empresa viajás? (jaaaaaaaaaaa, no se te ocurre nada mejor nena?)

El esta muy entrenado en la vida, mucho más que ella. No se le nota o casi nada de lo que le pasa por dentro, a ella si porque es desastrosamente transparente, semejante grandota.

Se va, se fue. Tá.

Cristina vuelve a su casa, con una sensación vaga en el estómago, con cosas que no dijo y quedaron en la gatera, con cosas que esperaba y no aparecieron. Llega y cae de golpe en la realidad cotidiana, había quedado la cocina para lavar, levanta la ropa de pasada, estos putos mosquitos, se quita sus pulseras y el reloj… ¿ya volviste? Dice la peque de la casa, ¿vamos al Shopping má? ¿Mañana te parece chiqui? Bueno… se acomodan las páginas, se desacelera el tiempo, aún es sábado. Cristina llama a su amiga y le dice, ¿vamos al cine? Sí, claro venite que voy sacando las entradas. Ellas se entienden, ven una peli desastrosa, la única a la cual llegaban y después se van a comer algo y a tomar una cervecita como debe ser, se cuentan sus impresiones (no las digitales, esas ya las tienen contadas).

¿Qué opinás Caro? Dale tiempo a la vida Cris, ese hombre está en otra cosa…

Ché! Que desastre la película por Diosssssssssss!!! ¿qué película? Ah! lo que vimos, del montón, para el mejor de los olvidos.

Después Cristina sopesa, lo que se rescata limpito del día entero. Una amiga es imprescindible siempre, y en algunos momentos, invalidante su ausencia!!! ¡Si tendremos cosas por aprender! Dicen a coro. Y sí, tenemos, por suerte.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Como anillo al dedo


Elisa piensa: “Así me viene la vida”. Ajuste perfecto, con un leve giro libertario de la perlita que se coloca donde mejor le cae… como al descuido. Así la vida da vueltecitas, se acomoda, y los engarces pasean y dan muchas oportunidades para ver la joya de distintas formas.
Reluciente, tibia, la vida acaricia y va mostrando, por qué atrapa, por qué no queremos irnos, aún enfermos, aún solos, nos aferramos a ella hasta el ocaso.
¿Es de zafiro blanco? ¿Es de amatista? ¿De jade o rubí? ¿O de diamante? Miles de joyas son posibles y tantos otros engarces, en los más lujosos o los más humildes materiales. Porque en ella late el oro y el platino, la plata y la alpaca, el cobre y el latón, y todos, todos, en algún momento brillan. Unos seguirán brillando pase lo que pase, otros se volverán opacos y al cabo se ennegrecerán, manchando lo que tocan. ¿Se pueden arreglar?, algunos sí, con esmero, podrán volver a brillar, otros, carcomida su superficie, demasiado porosa, no volverán a hacerlo jamás, dieron lo que tenían. No hemos de pedirles más. Elisa no pide más, sólo espera, mientras vive, que su anillo no le ajuste demasiado, que le permita volteretas, que le regale brillos… y facetas.

Cada día se despierta, se despereza, refresca sus articulaciones y sale de la cama despacito, para no despertar los temores que andan por allí, agazapados tras las cortinas. Ella los deja seguir durmiendo, es temprano aún. Se quita la ropa de dormir, y a la ducha para que el agua renueve el pacto con su piel, para despejar su cabeza y ahuyentar los últimos rastros de sueño, “despabilate mujer, que hay mucho por hacer”.
Café con leche, tostadas y mermelada, el ritual del desayuno apacigua su alma, le brinda el comienzo perfecto, todo en silencio, su rostro reflejado en la superficie de la taza. El aroma de las tostadas invade la cocina y ella lo aspira, lo disfruta, pequeñas grandes cosas. Piensa mientras desayuna, ha renunciado a la radio, sólo a veces escucha música y se menea a su ritmo, se deja llevar, falta poco para ir al trabajo, una jornada más.

Uy! La hora que se hizo! Rápido, los dientes, el perfume, venga esa blusa, con los pantalones a medio poner, un toque de labial y delineador, y el pelo… ¡el pelo! Mi Dios, bueno, como decía doña Elida, “Andá que no se nota, caminando ligero y con el ruido de los autos, nadie se fija” Sabia doña Elida! La cartera, acá, ¿la llave? Pero ¿dónde la puse? Todo o casi todo aparece en el momento exacto… exactamente diez minutos después de la hora en que tenía que haber salido. Elisa, Elisa, lo tuyo es patético… Sale y el sol ya calienta, hay brisa, alguna nube, una regordeta se burla del sol y amenaza taparlo. Elisa piensa - desafiando a la nube -, “no lo lograrás”, él estará cuando tu te derritas. Camino a la parada constata que hay pistas de otoño, camina a paso raudo y seguro, una nueva y rozagante jornada.

Llega a la oficina, “Vení a la hora que quieras dice Alicia” y le sonríe con el mate pronto… Elisa ensancha una sonrisa y se la dedica con cariño…Te voy a extrañar cuando me vaya, voy a extrañar todo, la silla, el escritorio, los corredores llenos de bullicio a veces, llenos de silencio otras tantas… La complicidad de las compañeras: ¿Ya encontraste el amor de tu vida?, ayer, dice Elisa, es él, no cabe duda! ¿Cómo lo sabés? Porque tiene los ojos y la sonrisa perfecta, porque me gusta lo que dice, cómo se mueve, es inteligente y además, lindo! Su amiga la mira incrédula… ¿es casado? ¿es gay? ¿es marciano? Elisa la mira con pena y le dice, “Nena, creo que te aprieta un poco el anillo”