jueves, 13 de enero de 2011

Pequeña historia con luna



La luna y el barrio dormido fueron testigos. Dos extraños medio locos, abrazados, caminaron por el pastito, la calle y la vereda, llenos de besos apurados, desconocidos, recién inventados. El la había rescatado y ella aún no lo creía… Salieron a pasear por la juventud, bien llenitos de canas, con media vida encima (o un poco más). Ni el cielo quiso poner coto a tanta algarabía... Pudo ser soñado y no necesariamente vivido. Abrazos, besos y llantos, poblaron la madrugada de ternura y ellos dejaron de ser extraños. Ahora son cómplices de la inmensa ternura en los ojos, de las miradas plenas…de las confesiones. Secretos dichos y olvidados, tramos de alma.
Tres escalones y mucho pasto, olor a jazmines y a nochebuena, les permitieron vivir un pequeño remanso en sus rutinas. Entrada la madrugada ella, dijo algo así como “Se hace tarde”, o tal vez fue él… Lo cierto es que él se fue y ella perdió el zapatito. Al rato tuvo que amanecer, era necesario. Cenicienta se puso su ropa de trabajo, confusa, se fue a tomar el ómnibus con la sensación de haber soñado algo hermoso y disparatado. Con una mezcla de ternura y vergüenza…
Queda así registrada esa noche, como pocas, con una luna como pocas, con dos que no pueden volver a volar así, pero, que les quiten lo volado!

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