domingo, 29 de abril de 2012

Palabras en mi espalda


Cuando no se escriben, entrelazados y juguetones, se cansan los verbos, se aburren los adverbios. La acción no es conjugada y nada se agrega sobre la cualidad de las cosas. De tiempo, de modo, de lugar, prontos para usar, acelerando el silencio para que cese.
Si sabes dónde, cuándo y como, tienes una historia que contar. Si además te imaginas a quién, y qué, tendrá argumento. Yo no tengo una historia completa ahora, porque me andan caminando las palabras por el cuello. Unas van hacia la espalda y hacia la cabeza otras, así... es imposible, no se dejan. Tengo historias que no tienen final y personajes sin nombre ni adjetivos. Cómo entonces contarlas? Hay que esperar, primero, que se queden un poco quietas. No es necesario que estén tranquilas, pueden incluso moverse un poco y hasta llorar a veces. No importa en qué condiciones encontremos una palabra, porque llegado el punto podemos ayudarla. Yo hoy ni siquiera intentaré calmarlas, sólo las dejaré libres y en algún sueño, tal vez se entramen cobrando sentido, un sentido nuevo y yo, mañana, tendré una historia entera para contar, y no sólo palabras en mi espalda.

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