sábado, 3 de agosto de 2013

Con tu nombre

Hoy, cuando vuelvas a casa, quedate con mis rastros. Mientras, yo tatuaré tus piernas rodeando mi cintura. Hay un cielo arriba y otro abajo de tu almohada, una delicada presencia, un tumulto. No puede la fuerza de un destino impropio, quitar la huella de tus dientes. No tiene frío la mano temblorosa, tiene sosiego cuando señala la cruz de tu pecho y el ombligo. Tal vez me ría del que predica buenaventuras, acaso mienta. Te veo en la oscuridad que me pretende, algo suena, es una alarma fijando el tiempo, yo escucho lo que puedo, cambia el registro. No puede el náufrago con la marisma, ni aquella sombra, tu desvelo. Mete miedo el piso que cruje bajo tu pié, siguiendo el ritmo. Mete miedo el beso desmesurado, los ojos tendidos a la luz solar, cubre tu rostro. Que nada te lastime, que te caminen flores por el vientre, que te arrullen los ruidos de la ciudad intemperie. Porque no puedo yo, evitar tu duelo, porque no puede el rocío de la mañana verlo. Tejo una manta, de lana cruda, con los colores que me trae tu nombre, una fragancia, un diezmo. Atardece en tu vida, comensal sabroso. Los ocres de tu otoño caldearán mis neblinas. Y se podrá, con tiempo, andar a rastras por la ciudad dormida, con tu nombre por bandera, con tus ojos por medida.

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