viernes, 19 de julio de 2013

Candados

Darle la vuelta a los candados, regocijar la noche a pesar del frío. Eso se puede sólo si hay manos tomadas, si hay un abrazo por venir, si el futuro es beso. No cualquiera que camina por la calle se prende fuego. Hay que mezclar sonrisas y risotadas, tiene que haber cómplices. Eso, cómplices en la noche descarnada, desafiando a la soledad que chifla y chifla... Si en medio de todo eso aparece una mirada, un sacudón del alma, si algo se mueve, es porque la noche valió la pena. Un boliche cerrado es un augurio, de mejores miradas, de voces roncas. Es que la vida late en un abrazo, mejor andate... Las mieles hay que degustarlas suave, sencillo y tremendo, sintiendo el calor de la mejilla, el amoroso peso de los brazos, que acercan un mundo al otro, despacito, como quien no quiere la cosa.

miércoles, 17 de julio de 2013

Así es la vida

Cuando yo era chica pensaba que los ladrones no existían, que eran de ladrillo por la sombra que se proyectaba en la pared, en una serie de TV que ni me acuerdo cuál era. Que el destino estaba escrito en alguna parte, decía mi abuela, que la gente se amaba para siempre y que el tren y el teléfono estaban desde siempre y para siempre, como el agua, como mi casa y la escuela. Que mi padre estaba en el cielo y que nos miraba desde arriba, que cuando fuera un poco más grande iba a ir a Bariloche con mi tía y mi hermana. Tenía la certeza de que ser pobres era lo más natural del mundo, que eso le pasaba a mucha gente, y que los ricos eran ricos porque así debía ser. Mi tía abuela, la Nina, decía que había señores que tenían fábricas y obreras como ella y mi abuela, que hacían las medias, todo por una razón: “Así es la vida”.
La Nina se murió sin ir a Bariloche y los amores se terminaron. Desapareció el tren y dejé de creer en el cielo. Así que mi padre fue reubicado en mis adentros, junto a todos los que se morían. Crecí criticando todo lo que me habían enseñado, discutí con todo el que se me pusiera al paso y leí mucho. Se me fue dando vuelta la cabeza y el corazón se alineaba (o sea, daba vueltas). Tuve más de cuarenta años para poner a prueba todas las hipótesis que me formulé de adolescente. Algunas las validé, otras cayeron por su propio peso. Ahora tengo cincuenta y dos, y las cosas mucho más claras. Por eso y sólo por eso, quisiera volver a ser ingenua, volver a creer en el cielo. Eso me daría las certezas y la paz que a veces pierdo. Como ahora, mientras escribo esto y lo cuento, no sé por qué, no sé por cuánto, antes que cambie de opinión.

sábado, 6 de julio de 2013

Un canto con sollozo.

Aquellos días llenos de señales, un fulgor. Cada pisada que te anduvo marcó huella. Cada voz que te rozó, desplegó en tu penacho mil colores. Presagio de la luna, canto crecido, tus ojos en la niebla. Como faros. Si anduve ese trecho sin cota de malla, no lo lamento. Si no vuelve la luz de tu farol, está el rescoldo. Vida poblada de rumores, de trocitos de sal, mil armonías. No te fuiste de la zona que poblabas. No saliste de la línea del recuerdo. Un poco de agua en mi ventana, una flor en la noche, enamorada de ternura y canto, sedienta de final con beso. Anduve yo por ti y me habitaste. Pasajero atónito, maleta pronta. Voz, la tuya en la mañana, un canto con sollozo, no te enteras. No hay andenes, ni aeropuertos, no hay pañuelos en el aire. Son adioses sin decir, simples naufragios, de tablas, de madera liviana, tu balsa. No camino tras tu pié, me lo aprendí al dedillo. No respiro por tu boca, me la quedé bebiendo. Si hay un rastro en la escalera, es un crujido. Es un volar de amapolas cascarrabias, es un ruido agazapado en mis almohadas, ruido de pliegues y tardes apresadas. Y como todo vuelve, acá tu nombre, adornado de lazos y claveles, recortando un silencio no esperado, que se pronuncia solo en su desdicha. Camaleón, deja tu garbo para mejores fines, no ves que te descubro?

miércoles, 3 de julio de 2013

Con flecos de bufanda


Juegan las letras, una se separa y vuelve, otra que sube y luego baja. Las miro para seguir el juego, se cambian, son otra cosa, que no se entiende, lo que dura un soplo, movimiento. Mover las letras y anudar palabras, delicado equilibrio que se quiere, se pierde y se retiene. Algunas letras de palabras mías ruedan por tu nombre hablado, corren presurosas a enredarte el pelo. Crece la fantasía como tejido lleno, hilos y lanas. Yo que nunca me quedo cuando llegas, por no poder tejer los puntos de tu espalda. Se suelta uno, me olvido del siguiente... Otros juegan escondidas con el hilo. Letras adolescentes terror de los olvidos, memoria sin remate. A veces quisiera recuperar palabras que armé y se fueron ni sé a dónde. Quedaron tal vez colgadas de un espejo, olvidadas sin amores, de papel arrugado o rosa seca. A veces quisiera de abanicos o flores, de doble lazada con nombre y apellido, con flecos de bufanda.