viernes, 26 de diciembre de 2014

Palabras en los ojos

Como una abrazadera ajusta la garganta, la palabra que no sale por no dicha. Tanta palabra ahogada en unos ojos. Yo siempre quise que las miradas hablaran, pero ahora comprendo que no todo el mundo lee miradas. Es un lenguaje que se aprende con mucho ver dentro de otros, con mucho conocer almas, con ganas de entender. Si no hay de eso, no se leen. Al humano a menudo se le pasa desapercibido el buen mensaje, la palabra escondida, el susurro que acompaña unos ojos que sonríen.  Por distraerse, por ir mirando para afuera y perderse los adentros. Pasa mucho cuando te miran sin verte, pensando cosas, otras cosas que no son vos ni tus palabras. Pasa cuando la persona, estragada por unas penas, reconcentrada en si misma, pierde la sonoridad de la vista.
Y es todo un tema, porque el que no dice se queda sin remedio, por pretender absurdamente un avatar que no es posible, que no le sale fácil a la gente.

Me gusta pensar que no es pobreza de espíritu, sólo proteccionismo emocional, porque en definitiva, quien sólo ve sus palabras, queda más conforme con esa versión de los hechos. Padece menos incertidumbres y por falta de intensidad, se cansa menos. Me pregunto qué se pierde? ... Creo que algunas migraciones del alma, algunos entendimientos y saberes, que sólo habitan las miradas de otros y otras que no son uno.
Se puede perder una palabra de amor apretada en dos pupilas, muchos besos incipientes... se puede perder un sentir completo.


Será entonces mejor decirlo todo? No, no lo creo. Los decodificadores de miradas existen, por qué pedir menos?

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