
No sé que pasa si te toco. He llenado mis ojos con tu sonrisa, me he mirado en ellos buscando mieles. Pero vos, ancho y ajeno, tenés bordes que desconozco, que me intrigan… Es bueno eso, la incertidumbre, el pellizco en el alma, la mirada perdida y las palabras reticentes que no acatan significados. Porque la duda no habla, sólo hace muecas.
Te soñé despierta y no pude, por más que lo intenté, llegar a vos. No me preocupa, sólo me preocupa el cielo cuando amenaza tormenta, cuando veo relámpagos y escucho el trueno. Allí es cuando me hago un ovillo, me calmo, me cubro toda.
No tengo grandes ondulaciones en mi terreno, puede que no lo habites, que no te sea hospitalario. Puede que a mi no me refugie tu pecho. Puede que la vida no esté diseñada para nuestros besos, bocas desconocidas, besos que no han sido y que tal vez… no sean. ¿Almíbar?
No sé que pasa si te miro. He mirado tu imagen, he saltado la distancia de un brinco para colocarme a tu lado, bajo tu brazo. He sentido tu roce y me hizo preguntas, interpeló a mi piel. No sé el veredicto, ella tiene una superficie que siente pero tampoco me habla. Nada ni nadie sabe, nadie puede decirme, si tiene sentido la caricia. Si tu cuello podría hacer crepitar mis dedos, si tu espalda…
No sé que pasa si te beso. ¿Se pierde tu lengua en retacitos? ¿Es plena y conquista territorio? ¿Y tus manos? ¿Son sabias? Acaso nacieron sabiendo cuando y donde poner la caricia. Puede que tengan el diseño perfecto, el molde justo. Puede que sean ansiosas correcaminos, puede que un toque de mi boca en tus dedos haga el milagro, puede que no.
Definitivamente, no tengo idea de qué se abre si te tengo, si es posible, si la vida quiere. Canto en susurros una pequeña melodía, compás de espera, espera suave, calladita. Porque si llegas, si irrumpes en mi vida, se dispara un sueño. Y yo, que no tengo credo, voy a tener que aprender, que hay abrazos efímeros, que hay palabras furtivas, sensaciones, astillas del alma que se van quedando sobre el lecho revuelto.