Perfil tallado en mármol, no hay respiro,
en el páramo infame de tu pecho.
El hombre construido con esmero,
cayó vertiente abajo, tropezando.
De tu boca a la suya sólo un tramo,
que no permite pie, desmoronado.
Lo hiciste tú y tú lo has roto.
Apenas los ojos desmadrados,
solos en medio de la nada,
habitan un espacio que no encaja,
con esa su nariz, y aquella oreja.
Su pecho ahora, suelto del resto,
no puede levantarse sin latido,
aunque no esté muerto,
solo desnacido.
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