Cuando no se escriben, entrelazados y
juguetones, se cansan los verbos, se aburren los adverbios. La acción
no es conjugada y nada se agrega sobre la cualidad de las cosas. De
tiempo, de modo, de lugar, prontos para usar, acelerando el silencio
para que cese.
Si sabes dónde, cuándo y como, tienes
una historia que contar. Si además te imaginas a quién, y qué,
tendrá argumento. Yo no tengo una historia completa ahora, porque me
andan caminando las palabras por el cuello. Unas van hacia la espalda
y hacia la cabeza otras, así... es imposible, no se dejan. Tengo
historias que no tienen final y personajes sin nombre ni adjetivos.
Cómo entonces contarlas? Hay que esperar, primero, que se queden un
poco quietas. No es necesario que estén tranquilas, pueden incluso
moverse un poco y hasta llorar a veces. No importa en qué
condiciones encontremos una palabra, porque llegado el punto podemos
ayudarla. Yo hoy ni siquiera intentaré calmarlas, sólo las dejaré
libres y en algún sueño, tal vez se entramen cobrando sentido, un
sentido nuevo y yo, mañana, tendré una historia entera para contar,
y no sólo palabras en mi espalda.
El tiempo te acomoda los recuerdos, los
va tornando puzzle. Se te arma en el alma el rompecabezas y cada
pieza va donde tiene que ir. Las penas son un poco resistentes al
acomodo, es que son competitivas y pugnan por obtener mejor lugar que
los alegrones, pero es bueno decir que éstos no se quedan atrás en
materia de hacer fuerza. Los besos y las pieles en cambio tienden a
mezclarse, y te va quedando junto los reales y los soñados. Como los
brazos y abrazos, los empieces y los termines... son vulnerables al
paso del tiempo y por eso es que se acurrucan indiferenciados. Ahora,
los ojos que miraste no van al mismo lugar de los que amaste. Estos
últimos tienen lugar de privilegio casi sin proponérselo, no es que
sean belicosos, no, sólo que saben que tienen las de ganar. Y las
sonrisas?, esas no se separan de sus respectivos ojos, si fueron
amadas -requisito previo – claro está. Y fíjense qué es versátil
el asunto de la vida y la memoria, hoy es recuerdo aquel mar y es
vivencia la hoja dorada del otoño. Pero se conoce que cuando ves un
mar o una hoja de otoño, no los vivenciás y nada más. Porque ellos
se conectan con otros mares y hojas que antes fueron y ahora ya se
acomodaron, se mantiene el enlace, para que eso que ves, no te
resulte desconocido, visto y sentido por primera vez. No es nada
nuevo esto, sólo intento explicar como funciona. Y el olvido, es la
parte en que ignoramos esa piecita de allá o la otra, no es que la
saquemos, es como que la matamos con la indiferencia y en algunas
ocasiones, ahora que lo pienso bien, las ponemos en otro lado y nos
vamos.
Levantó la mirada y se dio de lleno contra el cielorraso. ¿Pero cómo?, ¿Dónde están las estrellas?... Nora no pensó, no sabía, que el firmamento dependía de ella, de sus luces, de sus sombras… Abrió la ventana, sacó afuera su cabeza, “tienen que estar”, se decía. Pero no, no aparecen porque sí, se ocultan adrede, se opacan. Sintió el frío en la cara, se endurecieron sus gestos y optó por la tibieza de su cuarto. Cerró la ventana, se acurrucó en su cama, no siempre hay estrellas, pensó, se conformó, cansada.
La luz aparece cuando el alma se ablanda, y ella no sabía si soñar o sólo dormir. Descansa, quita la pena, riega tus sueños, no esquives la belleza, no te duermas tan solo, abraza la ilusión, despeina el tiempo, no te entregues, no te dejes ganar por el letargo, vive también el dormir, rescata la fragancia del día, el rocío, la plenitud del otoño con sus ocres, vívelo!
Cara a cara con la noche, deja que tu mente vuele, déjate crecer las alas, deja que la vida te adorne el cuerpo, déjala, no la destruyas.
Nora no piensa, se deja llevar por el calorcito de sus mantas, está sola, se despereza, murmura algo, ¿un rezo?, no… Pocas palabras le quedan, el día se consumió, la noche todo lo abraza, sentires, esperanzas y conclusiones, todo puede esperar, menos el sueño…
abía una vez, y había otra. De hecho había muchas veces, así, en plural. Porque nunca es una, se localizan distinto pero todas son veces . Una vez sucede esto con un cómo y un donde, y otra vez lo recordamos en otro cuando y de cierta forma, sucede otra vez. Por eso me gusta pensar plurales, si pienso esto o aquello, pienso en mucho y al pensarlo, simplemente sucede. Ni que hablar de los abrazos o los paisajes. Hay gente que tiene cómos y dondes más sencillos y frecuentes, hay gente que no, que los tiene más complejos y aislados. No sé en qué va. Debe estar relacionado con la sustancia de la vez (vinculado al cómo), y de otras características que la circundan. Capaz que ustedes están leyendo esto tan loco por primera vez, pero como ya lo escribí antes, es otra vez que sucede, cambia el donde y el a quién. Me explico? No me digan que esto está enredado, no será la primera vez, ni la última que me sucede :)
Ha pasado mucho tiempo, el tiempo hace eso de pasar y no presentar síntomas inmediatos. Puedes buscar paz, puedes buscar trinos o un prado para descansar tus pies. Los pies dicen a gritos lo que en tu alma duele... buscarás silencio, buscarás un refugio tal vez.
Sientes la cabeza en desfile infatigable, no para aunque protestes, no puede. Tu mano a cubrir el pecho que desborda su latido hacia el centro mismo del dolor. No se calma y te cubres el rostro; te has preguntado qué es lo que no quieres ver, te has quedado en suspenso..., no se puede responder a eso – te dices – convencida. Acaso si escuchas la música puedas contar con ella para salirle al frío, si la dejas entrar en tu silencio, la música tiene eso de atravesarte entera y no dejarte nada igual.
Mujer no mires atrás, no paga el coste, camina erguida y sólo detente para abrazar, sólo mueve los labios para besar, guarda tus manos hasta que puedas acariciar su pelo. Una cosa más... asegúrate de que se sienta, ya que hay preguntas que nunca lograrás responder.