Cuando no se escriben, entrelazados y
juguetones, se cansan los verbos, se aburren los adverbios. La acción
no es conjugada y nada se agrega sobre la cualidad de las cosas. De
tiempo, de modo, de lugar, prontos para usar, acelerando el silencio
para que cese.
Si sabes dónde, cuándo y como, tienes
una historia que contar. Si además te imaginas a quién, y qué,
tendrá argumento. Yo no tengo una historia completa ahora, porque me
andan caminando las palabras por el cuello. Unas van hacia la espalda
y hacia la cabeza otras, así... es imposible, no se dejan. Tengo
historias que no tienen final y personajes sin nombre ni adjetivos.
Cómo entonces contarlas? Hay que esperar, primero, que se queden un
poco quietas. No es necesario que estén tranquilas, pueden incluso
moverse un poco y hasta llorar a veces. No importa en qué
condiciones encontremos una palabra, porque llegado el punto podemos
ayudarla. Yo hoy ni siquiera intentaré calmarlas, sólo las dejaré
libres y en algún sueño, tal vez se entramen cobrando sentido, un
sentido nuevo y yo, mañana, tendré una historia entera para contar,
y no sólo palabras en mi espalda.
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