En
un trozo de papel inofensivo, puesto allí, ya nada temo, te
neutralizo, te dejo solo retratado ahí y luego me siento poderosa.
No hay persona que resista este proceso, cuya duración es variable,
de poner digo, su nombre entre paréntesis, o entre comillas, lo que importa es el resultado. Queda (así) o “así”,
pierde fuerza y se diluye. Y yo decido cuando está, cuando ya es
suficiente, yo sé y eso es lo que importa. A veces lleva más tinta,
más renglones, a veces un par de palabras y el conjuro está
completo. Eso depende de factores como intensidad, frecuencia y
antigüedad.
Una
vez hecho, ya puedo levantar los brazos y sonreír mirando la
ventana, disponible para pronunciar otro, cuya sonoridad me conmueva.
Qué vida ésta con nombres que tienen ojos y sonrisas, y manos que
acarician. Qué cosa desprenderse, soltar y hacer espacio.
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