
Donde no llegan las palabras llega la caricia, es la piel que toca con todas sus partes, de la punta del pie a la coronilla, estremecida piel, órgano mágico, diseña sus volutas de viejos ensambles, dejando a su paso temblores de fajina. La caricia se posa en el lugar justo que es cualquiera, en el inmenso territorio de los cuerpos. Para crear milagros y conjuros, para amar de adentro para afuera, de afuera para adentro, con la insensatez propia de los cuentos.
Condición suficiente, que se escuche todo lo que no se dice, que se diga todo lo que el alma grite, que los amantes no claudiquen ante el miedo, ese miedo antiguo de quedarse solos, ese sufrir lento del que espera y espera, que llegue la mirada y la caricia a desvelar su sueño.
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