Durante nuestra época fértil, las mujeres tomamos intensa noticia de nuestro potencial reproductor. Cada mes, el útero se prepara, engrosa sus paredes para anidar un embrión y uno de los ovarios en sintonía, saca a luz un óvulo, pronto y maduro para ser fecundado. El revuelo hormonal es innegable, un cuerpo y un alma se preparan para albergar vida. Si el óvulo no se fecunda en la trompa, “cae” al útero y se lleva consigo el colchoncito, ésto se llama menstruación. Este fenómeno natural, es vivido de forma muy diversa por las féminas. Puede haber cambios de humor, o no; pueden aparecer dolores en el vientre, o no; puede que el óvulo haya sido fecundado por un tenaz espermatozoide y se quede a crecer, o no; puede incluso no quedarse. Esto tiene que ver con los ciclos lunares, con las emociones, con la vida de la mujer. El hombre mira y no entiende. Entonces se enoja con esos ovarios y cuando la mujer está susceptible, la mira y le dice ”Ovárica, estás ovárica”. Ellos deben estar testiculáricos y no se dan cuenta, y lo peor es que nosotras tampoco.
Vivimos en una cultura androcéntrica, donde el poder está puesto en el pene. El útero está devaluado, así, cuando una mujer está sin pareja y de mal humor por cualquier razón, se resume en “Lo que le hace falta es un buen polvo”, he aquí el poder omnipresente del pene como proveedor de paz y buen humor (que lo es, a qué negarlo, pero no sólo él).

Debemos decir con viva voz, que el mundo no gira alrededor del pene, se los aseguro. Aunque no le quito mérito, válgame el cielo, que es estupendo y no tiene culpa de nada, poberello!!!!!!
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