sábado, 6 de junio de 2020

Pulseada


El lugar de la tristeza es el costado del cuerpo.
Claro que no está sola, a veces la opacan unos brillos que te alisan el rostro, te erizan la piel y el alma. Momentos, en los que las demás emociones se apretujan para poder estar todas a la vez sacudiéndote, armando escándalo, porque así son ellas, puro movimiento dentro de tu cuerpo que late.
Cuando eso pasa, la pena se agazapa esperando jugar su papel, sabe que de un momento a otro, volveremos a ella.
A veces se desdobla y camina a nuestro lado sin tocarnos. Pero nunca se va lejos, confía en sí misma, sabe que en cualquier cruce la jugada será suya. Ella es poderosa porque ni el amor la desbanca, ni la alegría ni el placer, ni la ternura.
No tiene una distribución normal en la vida, porque como toda emoción, hace lo que quiere. No pide permiso, es irreverente, no se le dan bien las normas ni los límites.
Lo mejor que podemos hacer es respetarle su papel, dejarla expresarse y calibrarla, porque si la dejamos hacer, sola va gastando su fuerza y perdiendo la partida con otra, de las tantas y tantas que nos habitan.


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