Silencio en
tu ventana, en el patio sin flores, con ojos en suspenso. No viene de tu boca
la palabra exacta. Viene de tus cejas, de tu nariz, de tu espalda. Es una gata
trepada en el tejido, la mansedumbre misma y las garras. No velaré tu sueño, no
velarás el mío. Costumbre de anudarte ajeno de ti mismo, perteneciente a nadie.
Una diadema en tu frente, un algo que refleja las luces del insomnio. Todo se
vuelve terso si tu mano lo toca. Recuerdos escondidos en una parte angosta, un
hilo de memoria, que pierde pedacitos en su viaje intenso. No viene la
paciencia, se queda sola, descansa. El vértigo del tiempo, que no se puede
tocar ni atar ni nada. Un tiempo tránsfuga, centenario y maldito, que hace del
olvido su motivo, que pecha lo que venga a su camino. Ay, si sólo fuera un
hecho detenerlo.
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