Palabras
aterradas te salen por el cuerpo, sin dar noticia quedaron, atrapadas en las
células. Eso que se escribió en tu cuerpo, desde antes del origen, te dio el
guión que te sostiene o te mutila, lo llevas en la sangre. Los códigos quedaron
en algún sitio, decires de otros que te hicieron lo que ahora puedes.
Escribieron sobre ti, no te dijeron cómo, tampoco para qué, no lo sabían. Sólo
lo hicieron.
A veces hay
que respirar profundo y luego dejar caer la cabeza, como si quisieras soltarla,
al menos por un rato. Echar los hombros hacia atrás, más livianos...
Sería un
separarse imaginario de todo pensamiento, aunque sea paradoja y no se pueda.
Porque lo que se torna imposible es por pensarlo, si dejamos al cuerpo con el
alma a solas, acaso se pudiera todo. Hasta descifrar los códigos se podría,
para entender las risas y los lloros, el dolor que te conmueve, la emoción que
te enamora. Dicen los que saben, que
cuando tu cuerpo enferma, está avisando algo, dando alertas, cuidando que las
veas y hagas algo.