Hay una parcela en otro rumbo,
Hambre preñando el desamor que atiza
la antigua pena donde el hombre pasa,
sólo por ver semejante floresta.
Pero no es cierto, allí no hay savia…
No alcanza al peregrino,
la miel de las abejas.
Y para colmo!
La sed que no se va, que sigue impune.
Y no hay grito ni gota que la calme.
No se silencia el ruido en sus entrañas,
absorto de inquietud,
perforando su calma,
Se olvidó de amar y mal padece,
sus astillados huesos en la cama fría,
el pasmoso silencio del maldito,
que no tiene querencia,
que arrastra sin memoria,
su tristeza cansina.
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