Lo que se
siembra en el pecho, allí mismo prende. Lágrimas, sudores, besos, todo prende,
independientemente de la estación del año. No creas que por ser primavera
florecerá más, nada de eso, las simientes de amor en el pecho, hacen raíz
rapidito y se aquerencian aunque haga frío. Porque los pechos son almácigos
ebrios que ya saben de risas y llantos, antes de que se produzcan, están
preparados para eso desde el principio. Un niño duerme en el pecho de su madre,
la tierra se afirma, las raíces nunca se separarán del todo y aunque lejos, aún
se nutrirán un poco allí, cuando sea necesario. Una mujer se recuesta en el
pecho de su amante, y deja allí la marca de su perfil, tallado en rocío,
alimentado de sol y luna, y de corazón que late. Por eso digo y siento, que el
pecho es un lugar sagrado, allí pasan cosas importantes, definitivas. Allí la
angustia hace nudo y duele, allí la alegría hace gorgoritos y explota de luz...
Si, que nunca nos falte, un pecho claro donde reposar el silencio de tantas
noches cansadas.
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