La cabeza a
veces se reparte, porque se te mezclan conceptos con nociones, ideas nuevas,
cosas recordadas, imaginerías y otros elementos no catalogados, pero sobre
todo, palabras, símbolo del dime y te diré, del qué estás pensando quiero
saberlo ahora. Porque es mucho más sencillo saber que piensa un cerebro
compartimentado, que atisbar lo que siente un corazón desencajado. Y todo sale
por la boca y por los ojos, a veces por la nariz, cuando respiras fuerte, o
agitado, o suave, vaya uno a saber, depende de la velocidad del aire, la fuerza
de expulsión y la resistencia que encuentra fuera de su ámbito.Si hace frío
sale vapor, porque adentro del cuerpo hace calor, mientras estamos vivos. Es una
buena cosa el calor de adentro, funde y amalgama, a veces hasta logra
reconstruir corazones (que quedan como jarrón pegado), atempera pasados
trancados en el cuello, libera besos al aire que en el mejor de los casos no se
pierden.
Cuando el
corazón se reparte, se distrae, se confunde, los trapos que lo unían se
despliegan, quedan trozos sin encastre, rompecabezas fallido. Y hay dolor, del
centro al costado del pecho duele leve, en superficie, que si lo tocás cede y
por momentos desaparece. Estrangulado en la mayoría de sus concavidades, un
corazón re-partido está de duelo. No hay sustancia inventada que haga que los
retazos se junten como el mercurio, ávida búsqueda de su esencia, maleable,
escurridizo, el mercurio. Cada parte del cuerpo tiene historias que contar,
cada hombro, cada pié. Cada persona en cueros es una confesión, un temor, una
vergüenza, o simple pudor.
El alma es
otro tema, que sin duda ya abordamos y volveremos a hacerlo, porque ella como
ya sabemos no está quieta y no se ofrece como objeto de estudio. Ella flota,
pesa poquito y no obstante, es codiciada y ofrecida como bien de canje, “te doy
mi alma”, “dame la tuya”, son solicitudes inviables, la podés tener en vilo
pero nunca deshacerte de ella. Se sabe que uno la entrega “como si”, pero
minga, no es del todo cierto. Me animaría a decir, que la tan mentada, es
nuestra única cobija a veces, cuando puede, claro, porque a veces se le
descosen algunos pedacitos mal hilvanados.
Por eso hay
que pedirle a la gente y no esperar que la gente adivine, cuánto nos duele ahí,
más cerca de la axila o del centro del pecho, explicar con palabras lo absurdo
de nuestro pensamiento, la impertinencia de nuestras expectativas, para que
otros no anden por ahí consiguiendo repuestos genéricos, que después hay que
andar “atando con alambre”, mejor seamos específicos, no procuremos gente
ilesa, no la hay. Pero en cambio podemos encontrar, alguien con hilo, incluso
de colores, otros con retazos cuadrillé, puntillas varias, en fin, hay que
ponerle ganas a esto de rearmarse y reinventarse. Ve por un bastidor para hacer
flores de punto cruz y ballenitas en tu espalda, para embellecerla y cuando él
la mire, piense, arrobado, qué bella es y cuánto esmero puso en acicalarse.
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