A la luna le falta un pedacito. No sé si menguando o
creciendo, nunca fui buena para esas cosas. Yo la miro y la miro, y no puedo
dejar de sonreír. Es lujosa. Las nubes pasan por delante y la dibujan, sombras
aquí, luces allá. Pasa una grande, gris metal, la cubre toda. Yo la sospecho
sonriente, la nube pasa, y la luna sigue, brillando más. Es como si dijera,
“juega conmigo”, me gusta pensar que se divierte. Porque es resabida y ve pasar
muchas nubes, de todas formas y colores, se deja pintar, se deja cubrir, pero
siempre, siempre, salta a la vista con seguridad pasmosa. Es mujer, no hay
duda.
Es eso, la vida tiene sentido cuando hay una ventana por
donde entre, imprudente y deliciosa, la luna de nuestras noches, la magia de
sus milagros, el permiso de soñar, con nubes que reten luces, con lluvias que
mojen narices y por supuesto ojos, y otrosí bocas y orejas... lluvias de agua
con luna, lunas de agua con lluvia, de amores que pasan por delante y dibujan,
sombras aquí, luces allá. Amores a los que puede faltarle un pedacito, que no
se sabe si están menguando o creciendo, pues como dije, nunca fui buena para
esas cosas.
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