Desde el privilegio
de esa orilla,
Le temes a esa luz
desconocida,
que viene desde el
fondo y te amenaza.
Tal vez del
horizonte mismo,
o de tu propia piel,
de tus entrañas.
Que me mires te
pido, no me has visto.
no soy
monocromática.
Que me escuches te
pido, porque apremia,
y aún no has escuchado
mi palabra.
No soy inofensiva,
lo comprendo,
no tengo pies de
seda, ni flores en la cama.
Pero sé donde estoy
y si me miras,
puedo poner tibieza
en tu mejilla,
puedo ser agua
dulce, corriendo por tu espalda.
Qué no daría yo
por esos ojos,
qué no daría yo
por tu sonrisa,
airéandome la cara.
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