lunes, 1 de agosto de 2016

Caracteres


Vienen caracteres a mis dedos, de algún lugar bajan, o están subiendo. No sé porque aún no me dijeron. No sé que significan. Mal podría yo descifrarlos, así, de antemano. Van asomando a mirar por las uñas, y luego pasan por los poros de las yemas al teclado. Menudo tránsito y correteos, las manos los ordenan, porque ellas saben domesticar letras rebeldes, hacerlas oportunas, o al menos eso creen. La pura verdad es que no siempre se puede poner orden. Digamos que la cabeza piensa y las manos no se enteran, siguen solas y a callar cabeza. Porque no siempre el pensar está en lo cierto, mejor aún, “lo cierto” es andariego y libre, lo cierto no se casa con nadie. Y va mutando. Hoy es cierto lo que ayer no era, pero no para todos. Es selectivo.
A ver, digamos por caso, es cierto que la noche brilla con reflejos de luna, pero no siempre, o no para todos… digamos entonces que es cierto que hace frío y que cuando eso pasa, se extrañan los brazos que una vez dieron calor, pero no siempre, o no para todos… así que tampoco. Cáspita!
Entonces ¿qué?, caracteres que van por los dedos a formar palabras, ¿van a decir algo coherente? (Ya que cierto vimos que no es posible)… ¿No saben o no quieren saber? ¿No dicen o no quieren decir?
Ah! Tal vez dijeron ya y fue en balde! Y ahora están aprensivos. Eso pasa. Cuando una persona cualquiera junta un manojo de palabras y las dice, y se pierden por una ranura en el tiempo, o se vuelan porque no estaban bien atadas, después es bravo. Que hacer bajar o subir las letras, que ponerlas en papel o decirlas con la boca, que tengan sentido y estén bien dichas, que sean oportunas y recibidas. Que además de recibidas tengan sentido para el otro, bueno, es muy trabajoso y no te garantiza nada.
Pero como se dice hoy, “que no decaiga” Ya van a aparecer esas que hay que decir, esas que no fallan, tiempo al tiempo, cuestión de mezclar bien, de las que suben y de las que bajan. 

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