martes, 21 de junio de 2011

El plano equivocado

No se notan los vértices ni las aristas pueden, delimitar apenas la superficie ambigua, el plano equivocado donde le toca estar. Si fuera su lugar habría hallado el punto, si le duelen los lados algo le dice “es hora”, de verificar constancias y trazar esa línea. Tal vez sea justo esa la que está faltando, la que pone el límite, esa que separa. Si no se hace eso, los ángulos pueden alocarse y quedar congelados, para siempre obtusos. Ni parejos ni nada, parecer otra cosa. Algo diverso que no por esperado sea cierto o incambiado o al menos vinculado al trazo original que se le había asignado. Es por eso sin duda que los lados le duelen, porque está y siempre estuvo, en otro lado del plano, corriendo unas variables para intentar – ¡qué locura! – que queden inmutables. 

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