lunes, 31 de enero de 2011

La envidia de las abejas

Clara se acerca a la ventana abierta, el agua cae estrepitosamente y refresca todo el patio. Las abejas que tan laboriosamente liban día a día el néctar de las lavandas, se han ido a descansar, temerosas de que se mojen sus alas y patitas, y el polen se pierda, y el dulce se disuelva… Los caracoles están de fiesta, gran banquete entre las Alegrías que crecen guachas bajo la pileta donde la abuela lavaba la ropa, meta jabón y restriegue de enaguas y calzonetes. El árbol de “La enamorada de la noche”, está cargado de frutos, por eso escatima su aroma, pero cuando la lluvia lo moja, llega hasta la ventana del fondo, un reflejo de su perfume nocturno.

Clara piensa… “debería llover más seguido en este patio”. Y sueña… cuando hace calor y llueve, ella sueña.

¿Cómo sería verlo mojado de lluvia? La camisa pegada al cuerpo y el pelo chorreando agua… ¿Cómo ella, empapada, iría a su encuentro? Para mojar con besos aún más su rostro tierno. Allí ve la escena, en el patio con Alegrías desparramadas por la lluvia, con caracoles y lombrices, yuyos y un escalón para contar secretos. Que siga lloviendo, que no pare, el agua que cae del cielo es bautismo para los amantes, los nubarrones, cómplices escandalosos. Y hay que estar atentos, siempre puede caer algún rayo, ojo con eso! Los rayos que caen así, en un patio con dos abrazados, son de cuidado.

Uy! Qué pena, paró la lluvia… algo se rompe, un tema se queda sin argumento, un silencio monolítico. No desesperes niña, todavía habrá muchas lluvias para alimentar tus sueños, y camisas mojadas y besos dulces y abejas…que morirán de envidia!

lunes, 24 de enero de 2011

De luna y desatinos

El hombre quería preguntar a la luna “¿Es acaso un desatino enamorarse de la forma equivocada?”. Es probable que la luna supiera de antemano la pregunta, y avergonzada por no tener respuesta, fuera a esconderse al abrigo de las nubes. Tan escondida estaba que por más que el hombre miraba y remiraba, no la podía encontrar. La pregunta se quedó trabada entre sus labios, le escocía, se le iba para adentro y chocaba con sus dientes con un suave tric tric, ruido de pregunta rebotando…


Lejos de allí pero en el mismo momento, una mujer mira el cielo y no comprende, ¿cómo brillan tanto las estrellas si no hay luna? Porque ellas brillan cuando el sol quiere y la luna las deja. No comprendía nada por ignorar el resto, de lo que acontecía entre el hombre y el cielo. No sabía de la pregunta y andaba distraída buscando nubes y las nubes hacen ruido cuando es noche. De lo contrario, uno que ande por ahí desprevenido podría pensar que las nubes no están cuando está oscuro, y eso no es cierto. Y bueno, con ruido de nubes, es imposible escuchar preguntas que no han sido pronunciadas.

El hombre se calló, quedando cabizbajo, se dijo “¿por qué a mí?” y siguió caminando. Iba despacito como quien lleva peso, con la boca cerrada por no poder besar, con la frente sin luz, por eclipse lunar…

La mujer, que hacía poco había visto de refilón a un hombre que la miraba, alzó los ojos una vez más, antes de entrar a la casa a olvidar desencuentros. Y ni bien se durmió, un sueño vino a entretejer desvelos. Veía clarito al hombre, sesgado por la sombra, que la miraba dulcemente y con arrobo, a la vez que preguntaba en silencio, con un nudo apretado amordazando el pecho… “¿Es acaso un desatino pretender tus besos?”

sábado, 22 de enero de 2011

Un chiste consentido...

¿Acaso sufres un sueño redomado, un chiste consentido, de la vida caprichosa que se embarca, en dolorosas vueltas del camino?

Hay un faro posible, una antorcha de vetas sonrosadas, un beso inigualable del destino, sobre tu recio rostro demudado. Ella te mira y piensa, ¿Por qué ese hombre no marcha a su destino? Ella te arrulla y te acaricia el ceño, besa tu cabeza de ceniza, para espantar cualquier temor y desatino.

Y sientes la caricia “¿Acaso sea mi destino ser besado por vos?” Ella no sabe, y no lo sabrá nunca aunque amanezca ya y se clareen los pinos, aunque canten todos los pájaros de tu cabeza a un tiempo, aunque vierta la chicharra su canto sostenido. No son cosas que se sepan descolgadas del cielo, a menos que se encuentren las manos como a fuego, ellas hablen al resto, la luna se presente a plena luz del día brillando con exceso, el mar pare sus olas para escuchar, el ruido pequeño que hace el alma, cuando en medio de la nada, está tramando un beso.

jueves, 20 de enero de 2011

El poder de la sonrisa


Rompe la sonrisa el gris del cielo, ensancha la cara y el alma vuela. No hay cosa más liviana de sostener que la sonrisa. Basta cualquier travesura que la sorprenda y ella queda convocada. Yo pienso que la curiosidad es la madre de todas las sonrisas, porque se sabe que para hacer travesuras hay que ser curioso, lo mismo corre para las buenas preguntas. Nunca se es demasiado mayor para que el alma retoce con un sueño. Nosotros vamos habitando el cuerpo por años, y aunque se nos vaya arrugando un poco, poniendo blandito por aquí y por allá, el alma no envejece! Sigue jugando, sigue tanteando y pulseándole a la vida un par de alas… También se sabe que quien tiene plumas en la sonrisa puede volar, está comprobado. Esto sucede porque las plumas se extienden como enredadera, llegan a una parte en la que encuentran calidez como para afianzarse y reproducirse y ahí… zás, te nacen alas! Este proceso es permanente, aunque hay períodos de recambio, en los que te quedas sin volar por un tiempito. Eso tiene que ver con la influencia de la luna. Si vos tenés banca con ella, las alas te duran más. Hay quien dice que la luna lo puede todo, yo no estoy tan segura. Hay quien dice que es el sol, y otros refutan, el mar! No estoy convencida, todo eso tiene que estar adentro tuyo. Es decir, tu cabeza tiene que tener luna, tiene que tener sol, nubes y aguaceros. Si no, de la nada… nada surge.

Hay gente por ahí que se informa, busca mapas, y logra recorrer el camino para llegar a tu sonrisa. No crean que es mucha la gente que lo logra, porque hay un delicado equilibrio que hay que mantener como en todo lo que concierne a las fuerzas de la naturaleza.

Si yo amanecí hoy con una sonrisa y con alitas retoñando, debe ser porque alguien anda recorriendo el mapa, y puede ser más de una persona a la vez, no hay limitaciones en ese sentido. Pero claro, siempre hay una que se las ingenia mejor para darte la mano y salir de paseo por ahí, justo cuando ya tenías los pies saliendo a despintar el gris, para poner un poco de color en ese cielo.

viernes, 14 de enero de 2011

Rompiendo el aire


Esa tristeza loca del verano.

Ese pájaro infeliz sin primavera

Ese sueño acostumbrado a tanta espera

Ese invierno en el tiempo equivocado.

Y el corazón en un eterno otoño

esperando como quien espera

Y aquel amor sentado en la escalera

elementos de un cuento sin retorno

No esperes corazón, escribe el cuento

Ese que el amor no ha conocido

Perdido el tema por quedarse quieto

Sentado en el rellano, calladito

Esperando un milagro nunca visto

Que el cielo se abra, que el sol se ruborice

Que la luna baje a bailar con los cerezos

Y es acaso más simple corazón

El remedio a tus desvelos

Se trata de que llegue su sonrisa

Con la caricia pegada como un sello

Y que tome tu rostro entre sus manos

Rompiendo el aire a besos


Gracias a mi amigo Germán, que empezó esto, fue fácil seguirlo...

Invierno equivocado


Los pies se hunden en el pasto, caminando como entre algodones, los pies horadan un poco y reciben mínima resistencia, parece que el césped pide ser acariciado por los pasos, pasos míos, de muchos, pasos de gente que anda… Yo puedo añorar el otoño, sólo porque es ocre, porque todo lo viste de su gama marroncito con dorado, y puedo añorar la primavera con sus brotes, retoñando una vez más, un año más de vida…

Este año, el invierno se metió adentro del verano y me lo cambió. Yo que creía que verano era indefectiblemente sinónimo de color en la piel, y gotas de agua perlando el cuerpo… que tenía pies arenosos y muchos caracoles por juntar… Pero este verano está frío, se me destempló el alma y no hay caso, tengo que hacer amainar el viento que me sopla encima de la cabeza, me despeina, me incomoda, me acongoja. Sería tanto más sencillo que el invierno se ubicara, fíjense no le cuesta nada! Ahora no es que iba! Estoy enojada con él, por qué yo a tener frío en enero? Voy por un abrigo liviano, no me resigno a rechinar los dientes. Que no me gane el desconcierto, que no me tenga pena la lluvia porque yo a ella la admiro. Ella puede lavar calles y penas, mojar pies, manos, caras, y ropas, y puede mojar el alma. ¿Lo sabían?, seguro alguno de ustedes si, otros tal vez no… cada uno maneja el invierno como puede.

jueves, 13 de enero de 2011

Pequeña historia con luna



La luna y el barrio dormido fueron testigos. Dos extraños medio locos, abrazados, caminaron por el pastito, la calle y la vereda, llenos de besos apurados, desconocidos, recién inventados. El la había rescatado y ella aún no lo creía… Salieron a pasear por la juventud, bien llenitos de canas, con media vida encima (o un poco más). Ni el cielo quiso poner coto a tanta algarabía... Pudo ser soñado y no necesariamente vivido. Abrazos, besos y llantos, poblaron la madrugada de ternura y ellos dejaron de ser extraños. Ahora son cómplices de la inmensa ternura en los ojos, de las miradas plenas…de las confesiones. Secretos dichos y olvidados, tramos de alma.
Tres escalones y mucho pasto, olor a jazmines y a nochebuena, les permitieron vivir un pequeño remanso en sus rutinas. Entrada la madrugada ella, dijo algo así como “Se hace tarde”, o tal vez fue él… Lo cierto es que él se fue y ella perdió el zapatito. Al rato tuvo que amanecer, era necesario. Cenicienta se puso su ropa de trabajo, confusa, se fue a tomar el ómnibus con la sensación de haber soñado algo hermoso y disparatado. Con una mezcla de ternura y vergüenza…
Queda así registrada esa noche, como pocas, con una luna como pocas, con dos que no pueden volver a volar así, pero, que les quiten lo volado!

viernes, 7 de enero de 2011

Ojos de mar


Que el tiempo robe su indolencia al alma
Que no se quede, que no mate, que no valga
Que vengan del mar tus ojos claros
Que traigan en su centro sol y viento
Que te vea, que te toque el cuerpo
Que despabile tus cejas, que remodele tus besos
Que desmantele tus duelos
Que no nos mate el tiempo transcurrido
Que nos alivie la luna en puro azul y cielo
Y que los traigas tú
Besos de estrella para adornar mi cuello
Manos inquietas a revolver mi pelo
A cambio yo te ofrezco algún desvelo
Una canción susurrada, no un lamento
Ardor en tus entrañas y para tu alma vuelo
Que te quiero ojos de mar
Aunque no quieras hombre,
Yo te quiero