lunes, 10 de mayo de 2010

Para que los besos se queden


Volvió a casa cargada de besos, unos se le fueron hasta la panza, otros se le quedaron enganchados en el pelo, casi se diría que para siempre, justamente esos, los más tiernos, la desarman y no se le salen aunque se pare bajo la ducha por horas. Son “water resistant”.

No puede dejar de verlo, todo de negro, esperándola en la puerta del teatro, suspendido en un “¿qué hago yo acá?”. Cristina había ido al baño, todavía conmocionada por la obra, más que nada para revisar sus lágrimas y permitir que se evaporaran. Marcó sus ojos con delineador para restablecer la sonrisa. Verificó frente al espejo si algún beso le había quedado en evidencia y vio que si, tenía la cara con besos y decidió dejarla así. Intentó acomodarse el pelo, como si fuera posible hacerlo! Y salió… Eduardo la ve venir con asombro…¡Qué linda sonrisa! Dice muy cumplido y ella se esponja (él no sabe lo que cuesta sostener esa sonrisa y ella no piensa decírselo) en el fondo sabe que a su manera la quiere, cada tanto vuelve a recorrerla como a un paisaje conocido donde descansar del viaje de la vida, o para devolverse cosas. Cristina lo deja porque es un poco adicta a sus boca y a sus ojos, le encanta escucharlo, su voz jovial, su humor inteligente, su sensibilidad. Pero se da cuenta cabal de la ajenidad del hombre, ¿dónde estará tu cabeza? Lo que seguro está acá es ese par de ojos y esa sonrisa, y cierta complicidad, mi “flacucha”.
Caminan abrazados como siempre, se hacen mimos, se sienten, son complementarios, fugazmente complementarios, como ayer lo fueron (pero ayer es otra historia).

Ya está pagada la deuda de todo daño posible, Cristina lo ha relevado de toda reparación, porque ella también se ha equivocado mucho, capaz que incluso hasta más que él. Eduardo le ha hecho daño alguna vez, más por impericia que por desamor, más por confusión de datos que por intención. Y aunque ella ya no puede creerle mucho, cuando están juntos parece que si, que todo es cierto y acaso lo sea en algún lugar del corazón o en un tiempo, o tal vez en otro. Hay palabras que son para siempre dijo él y es posible, no todas, pero algunas sí son para siempre. Parece que ya se hubieran dicho todo, lo bueno y lo malo.

Sentada en un café sola, Cris sonríe pensando “hoy es su cumpleaños”, ¿cómo sería ir a su encuentro? Llegar a verlo con un regalo en la mano y un abrazo apretado en la manga, listo para ser dado, prontito para latir.
No se puede y no es necesario, mujer, date cuenta, despertate!! Le manda un mensajito y él responde que la llama… No!! no llames, no digas nada, dejalo así, tenés que permitir que los besos se queden.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios me ayudan a aprender