sábado, 22 de enero de 2011

Un chiste consentido...

¿Acaso sufres un sueño redomado, un chiste consentido, de la vida caprichosa que se embarca, en dolorosas vueltas del camino?

Hay un faro posible, una antorcha de vetas sonrosadas, un beso inigualable del destino, sobre tu recio rostro demudado. Ella te mira y piensa, ¿Por qué ese hombre no marcha a su destino? Ella te arrulla y te acaricia el ceño, besa tu cabeza de ceniza, para espantar cualquier temor y desatino.

Y sientes la caricia “¿Acaso sea mi destino ser besado por vos?” Ella no sabe, y no lo sabrá nunca aunque amanezca ya y se clareen los pinos, aunque canten todos los pájaros de tu cabeza a un tiempo, aunque vierta la chicharra su canto sostenido. No son cosas que se sepan descolgadas del cielo, a menos que se encuentren las manos como a fuego, ellas hablen al resto, la luna se presente a plena luz del día brillando con exceso, el mar pare sus olas para escuchar, el ruido pequeño que hace el alma, cuando en medio de la nada, está tramando un beso.

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