Hay ojos como
abanicos que refrescan el consuelo.
Y hay dos
pupilas enormes de celeste azul rodeo,
que pueden
abarcar todo, y beben por su sustento
de la
sonrisa granate que en su retina hizo asiento.
No viene
solo el atisbo de la mirada consciente,
deja un
cauce pedregoso que tiene forma sinuosa
y arrastra
los enamoros en su sutil derrotero.
Pestañas y
nariz juntos, se abren camino hacia el cielo,
que se
rompe y cicatriza, con un color dominante,
temblor del
ánimo suelto.
Van un
palmo por debajo y otro tanto va en ascenso,
para llegar
a ese punto donde se nace de nuevo,
donde se
peca de ausencia,
la misma
palabra dicha
una vez y
otra vez luego.
Van a parar
a algún río o se quedan con lo cierto?
De susurros
en la oreja, se erizan los preconceptos
y vienen
trazando líneas que suenan con ruido tenso.
Breve la tarde
se enrosca su enredadera crocante,
de sábanas
que nunca cubren lo más desnudo del cuerpo.
Me encantó, Silvana!
ResponderEliminarGracias chiqui!!!!
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