sábado, 23 de octubre de 2010

Despedida

No tienes asidero, te flota el alma. La mía está despierta, segura más no anclada.
Quiero tener tu aroma. Me gana la barbarie cuando te toco y siento, tus manos recorriendo mi espalda temblorosa, mis piernas que hacen juego con tu cintura atrapan, dejando sin sentido lo que venías temiendo.
Mi sino se sorprende, para ganarle al tiempo la batalla fatal.
El alma atiza el fuego, recobra la memoria, sale candente buscando el entrevero… piernas, brazos, manos, bocas, se desgrana el deseo, se apilan en un sitio los belicosos sueños.
Se quedan alineados los fatigados cuerpos y un destello puede proporcionar sosiego.
De la ventana llega brisa, suspiro de la noche que suspende el juego, me atrapas tú, te tengo… sólo la noche sabe, sólo la luna alumbra el total desenfreno.
No hay más, se agota el aire que rodeaba los cuerpos, se caen los telones, entra la parca al vuelo, se lleva los rescoldos, los va llevando lejos, para caldear otros cuerpos, lejos de tus pisadas, cerca de nuestros miedos
Te vas de mi, camuflado, te escurres de mi cielo y yo quedo cansada, de amar me duele el cuerpo.
Granizo en el coraje de reintentar lo seco.
Por Dios, vete temprano que yo descanso luego, fuera de ti, tus brazos, atravesando el tiempo.
Descanso y duerme el pecho, no precisa tu luz, se alumbra con reflejos y va callando lento olvido, canto, lejos…
Que al fin nos separamos ¡Después de tantos tiempos!

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