viernes, 30 de agosto de 2013

Adivinando un ruido

Quietas, al lado del cajero están las vías. Los durmientes se adivinan bajo la piedra gris, suelta y despejada. Esperan el tronar del ferrocarril. Y yo me quedo mirando, adivinando un ruido, una señal. Los que van para Las Piedras están de fiesta. Yo pienso que cuando pase, me voy a tomar el tren hasta Sayago, sólo para mirar por la ventanilla y escuchar el traqueteo atareado de los vagones. Mi infancia, los viajes a Tacuarembó a ver a mi abuela, sirena esperada, pileta empotrada en la pared... y las literas donde no es posible dormir sino mirar la noche, soñar despierta, con ansias de cometas del tío Luis, con el sabor del dulce de leche de la abuela Tea.  Tan lejos en el tiempo, tan cerca en mi memoria. Mi madre, mi hermana y las valijas... la calle Doctor Catalina y el fondo verde, recuerdo el silencio de la siesta y poco más, era demasiado pequeña. Pero el tren, ah! El tren se quedó por siempre a detonar nostalgias.

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