lunes, 16 de julio de 2012

Donde no llega...

Donde no llegan las palabras, llega la mirada. Pero es condición necesaria, no suficiente, que esos ojos no le teman al silencio. Dos que se miran sin hablar, quedan a merced de un hilo de vida que los resume y los conmueve. El silencio permite la comunión de las pieles, que guardan sus latidos para el mejor momento. Para sembrar la luz de los abrazos, para encandilar al otro con haces de ternura.
Donde no llegan las palabras llega la caricia, es la piel que toca con todas sus partes, de la punta del pie a la coronilla, estremecida piel, órgano mágico, diseña sus volutas de viejos ensambles, dejando a su paso temblores de fajina. La caricia se posa en el lugar justo que es cualquiera, en el inmenso territorio de los cuerpos. Para crear milagros y conjuros, para amar de adentro para afuera, de afuera para adentro, con la insensatez propia de los cuentos.
Condición suficiente, que se escuche todo lo que no se dice, que se diga todo lo que el alma grite, que los amantes no claudiquen ante el miedo, ese miedo antiguo de quedarse solos, ese sufrir lento del que espera y espera, que llegue la mirada y la caricia a desvelar su sueño.

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